2 Corintios 3:18: mirar y reflejar al Señor a cara descubierta

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mujer leyendo la Biblia sobre la mesa

En una entrada anterior vimos que según la Biblia, la verdadera transformación cristiana no es producida por una mejora en el comportamiento, o por actuar de una manera que pensamos que se asemeja más a Cristo. En cambio, es el resultado de la vida de Dios operando y creciendo dentro de nosotros.

En 2 Corintios 3:18 se nos dice que estamos siendo transformados al mirar y reflejar al Señor como un espejo. A medida que lo miramos, más de Cristo es infundido en nosotros, lo que resulta en un proceso “metabólico” espiritual: nuestro elemento viejo natural es reemplazado con más de Cristo, y espontáneamente vivimos de acuerdo a Él. 

En esta entrada, echaremos un vistazo más de cerca a 2 Corintios 3 con la ayuda de notas de la Versión Recobro para ver las cosas que pueden impedirnos ser capaces de mirar al Señor y cómo podemos tratar con ellas.

Los creyentes son como espejos 

Primero, leamos 2 Corinthians 3:18:

“Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. 

Aquí, el apóstol Pablo nos compara a nosotros los creyentes con un espejo. Un espejo es una superficie que tanto mira como refleja lo que tiene delante. Pero si el espejo está cubierto, o velado, no puede mirar ni reflejar nada. Tiene que ser descubierto.

De la misma manera, si nosotros los creyentes hemos de mirar la gloria del Señor —es decir, verlo y contemplar Su hermosa y gloriosa Persona— debemos tener la cara descubierta. Entonces, ¿qué significa tener una cara descubierta?

¿Qué es un velo? 

Para ver lo que significa tener una cara descubierta, primero tenemos que ver qué es un velo. Para esto, leamos 2 Corintios 3:15:

“Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos”. 

Aquí, el apóstol Pablo estaba hablando del pueblo judío, que veneraba los escritos de Moisés en el Antiguo Testamento. No fueron los escritos de Moisés mismos, sino lo que el pueblo judío creía saber acerca de ellos lo que se convirtió en un velo en su corazón. Por esto, no podían ver que los escritos de Moisés revelaban al Señor Jesús.

Sabemos esto por la propia palabra del Señor en Lucas 24. Este capítulo relata el encuentro y la conversación del Jesús resucitado con dos de Sus discípulos en el camino a Emaús. El versículo 27 dice:

“Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les explicaba claramente en todas las Escrituras lo referente a Él”. 

Jesús dejó en claro que los escritos de Moisés e incluso todo el Antiguo Testamento se referían a Él mismo. Estos escritos revelaron no una religión para que la gente la siguiera, sino una Persona maravillosa, Jesucristo.

Pero el pueblo judío no podía ver esto, porque Pablo dijo que tenían un velo sobre sus corazones. Muchos versículos de la Biblia revelan que nuestro corazón está compuesto por nuestra mente, parte emotiva, voluntad y nuestra conciencia. Nuestro corazón es el órgano con el que amamos a Dios, a las personas y a las cosas. Nuestro corazón también es la puerta de nuestro ser, que determina si estamos abiertos o cerrados a personas y asuntos particulares.

Nuestro corazón es fundamental para nuestra relación con Dios, por lo que la condición de nuestro corazón es crucial. Si tenemos un velo sobre nuestro corazón, ¿cómo podemos ver a Dios? ¿Cómo puede Él infundirse a Sí mismo en nosotros? Tener un corazón velado es un asunto serio.

¿Qué velos tenemos?

¿Qué tal nosotros hoy? Podemos pensar que sabemos quién es Jesús, por lo que la palabra de Pablo en 2 Corintios 3 no se aplica a nosotros.

Pero necesitamos darnos cuenta de que, en principio, un velo puede cubrir nuestro corazón en cualquier momento. Las cosas pecaminosas sin duda son un problema entre nosotros y Dios, y necesitamos ocuparnos de ellas. Pero del ejemplo que Pablo usó del pueblo judío, podemos ver que incluso las cosas relacionadas con Dios y Su Palabra pueden ser un problema para nosotros. Cualquier cosa que surja de nuestras propias nociones preconcebidas o suposiciones acerca de la Palabra es un velo que cubre nuestro corazón y nos impide mirar al Señor.

Por ejemplo, podemos tener ciertas ideas acerca de cómo debemos adorar a Dios, cómo agradar a Dios, o cómo vivir la vida cristiana. Estas ideas pueden preocuparnos y evitar que veamos al Señor.

No sólo eso, las cosas que parecen inofensivas o ajenas a nuestro caminar cristiano, tales como nuestra filosofía personal o tradiciones culturales, también pueden llegar a ser un velo que cubre nuestro corazón.

Siendo así, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo podemos quitar los velos de nuestro corazón?

Volver nuestro corazón al Señor

La respuesta a esta pregunta es doble e involucra tanto a nuestro corazón como a nuestro espíritu, nuestra parte más profunda.

En relación a nuestro corazón, 2 Corintios 3:16 nos dice:

“Pero cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado”. 

¡Qué palabra tan alentadora! La nota 1 sobre este versículo en la Versión Recobro nos dice:

“Esto indica que cuando su corazón está lejos del Señor, el velo está puesto sobre su corazón. Cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado. En realidad, su corazón alejado del Señor es el velo. Volver su corazón al Señor es quitar el velo”.

Así que tenemos que preguntarnos, ¿está nuestro corazón alejado del Señor o se ha vuelto al Señor?.

Cada vez que sentimos que no podemos ver al Señor, debemos alejarnos de lo que sea que nos ocupa y volver nuestro corazón al Señor. No queremos aferrarnos o atesorar ninguno de nuestros propios conceptos o puntos de vista; simplemente lo queremos a Él, y queremos verlo como Él es realmente.

Para volver nuestro corazón al Señor, podemos orar algo como esto:

“Señor Jesús, te amo. No quiero aferrarme a ninguno de mis propios pensamientos o suposiciones acerca de Ti. Sólo te quiero a Ti. Quiero mirarte a Ti, Señor. Así que vuelvo mi corazón a Ti ahora mismo”.

Y la Palabra de Dios nos asegura que cada vez que volvemos nuestro corazón al Señor, el velo es quitado.

Ejercitar nuestro espíritu

Luego, en relación a nuestro espíritu, en 2 Corintios 3:17 dice:

“Y el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. 

A fin de que experimentemos la libertad mencionada aquí, es crucial que nos demos cuenta de quién es Cristo hoy y dónde está. Este versículo nos dice que el Señor resucitado, Cristo, es el Espíritu.

¿Y dónde está el Espíritu del Señor? En 2 Timoteo 4:22 se nos dice:

“El Señor esté con tu espíritu”. 

El día que creímos en Él, el Señor como Espíritu entró en nuestro espíritu y ahora mora allí.

Puesto que el Señor está en nuestro espíritu, debemos ejercitar o usar nuestro espíritu para tener contacto con Él. Así es como podemos experimentar ser librados de todo lo que nos preocupa.

Podemos ejercitar nuestro espíritu al orarle, leer Su Palabra e invocar Su nombre.

Mirar y reflejar el Señor

Cuando nuestro corazón se vuelve a Él y nuestro espíritu es ejercitado, experimentamos lo que está escrito en 2 Corintios 3:18:

“Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. 

La nota 3 sobre cara descubierta en la Versión Recobro dice:

“En contraste con la mente y el corazón que se hallan cubiertos por el velo (vs. 14-15). Si nuestra cara está descubierta, significa que nuestro corazón se ha vuelto al Señor, de modo que el velo ha sido quitado, y el Señor como Espíritu nos ha librado de la esclavitud, el velo, de la ley, así que ya no hay nada que nos separe del Señor”. 

¡Qué bueno es estar descubierto! Cuando no tenemos un velo sobre nuestro corazón ni nada que nos separe del Señor, podemos mirar al Señor.

Este versículo también habla de reflejar. La nota 4 explica:

“Mirar la gloria del Señor significa que nosotros mismos vemos al Señor; reflejar la gloria del Señor es hacer posible que otros lo vean a Él a través de nosotros”. 

El resultado de mirar al Señor

Al mirar al Señor, algo maravilloso sucede dentro de nosotros. La nota 7 sobre somos transformados en 2 Corintios 3:18 explica:

“Cuando a cara descubierta miramos y reflejamos la gloria del Señor, Él nos infunde los elementos de lo que Él es y ha hecho. De esta manera somos transformados metabólicamente hasta tener la forma de Su vida por medio del poder y la esencia de la misma, es decir, estamos siendo transfigurados a Su imagen, principalmente por la renovación de nuestra mente (Ro. 12:2). La frase somos transformados indica que estamos en el proceso de transformación”.

Al infundirnos el Señor con los elementos de lo que Él es y lo que ha hecho, un proceso metabólico espiritual tiene lugar dentro de nosotros: estamos siendo transformados en la misma imagen gloriosa del Señor. Como resultado de este proceso continuo, expresaremos a Dios, y el plan de Dios para con nosotros se cumplirá.

A medida que nos tomamos el tiempo para contemplar al Señor y mirarlo, Sus pensamientos, sentimientos e intenciones gradualmente llegan a ser nuestros, y reflejaremos a Cristo a la gente que nos rodea. Practiquemos todos volver nuestros corazones al Señor, pasar tiempo en comunión con Él y ejercitar nuestros espíritus todos los días para que podamos experimentar este maravilloso proceso a lo largo de la vida.

Si usted vive en los Estados Unidos, puede pedir una copia gratuita del Nuevo Testamento Versión Recobro aquí para que pueda leer todas las notas sobre los versículos mencionados en esta entrada.