Jesús se compadece de nosotros en todas las cosas
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Pídala ahoraA lo largo del viaje de la vida, nadie puede evitar las preocupaciones, dificultades y angustias. Cuando nos sentimos heridos, desanimados o afligidos, anhelamos que alguien entienda por lo que estamos pasando. Podemos obtener algo de alivio al abrirnos a amigos o familiares, pero a veces ellos no pueden entender completamente. Aún sentimos una profunda necesidad en nuestro corazón.
Entonces, ¿a quién podemos acudir? Tal vez pensemos que el Señor Jesús no puede entender todo por lo que estamos pasando. ¡Pero Él sí puede! Podemos estar seguros de este hecho basándonos en la Palabra de Dios.
De hecho, Hebreos 2:17 es un versículo invaluable en la Biblia. Dice:
“Por lo cual [Jesús] debía ser en todo hecho semejante a Sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que a Dios se refiere, para hacer propiciación por los pecados del pueblo”.
Hoy nos centraremos en tres frases cruciales de este versículo con la ayuda de notas del Nuevo Testamento Versión Recobro. Veremos que nuestro querido Señor Jesús puede genuinamente entendernos y compadecerse de nosotros como nadie más puede, y que sólo Él puede satisfacer nuestra profunda necesidad interna.
1. “Ser en todo hecho semejante a Sus hermanos”
Primero, ¿qué significa que Jesús fue en todo hecho semejante a Sus hermanos? La nota 1 en Hebreos 2:17 en la Versión Recobro explica:
“El Hijo de Dios fue hecho semejante a nosotros, Sus hermanos, en el sentido de que participó de sangre y carne (v. 14). Esto fue hecho con dos propósitos, uno negativo y otro positivo. El propósito con sentido negativo fue destruir por nuestro bien al diablo, quien está en la carne. El propósito con sentido positivo fue convertirse en nuestro misericordioso y fiel Sumo Sacerdote, quien tiene la naturaleza humana, para poder comprendernos en todas las cosas”.
Esta nota hace referencia a Hebreos 2:14, que dice:
“Así que, por cuanto los hijos son participantes de sangre y carne, de igual manera Él participó también de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tiene el imperio de la muerte, esto es, al diablo”.
¿Por qué Jesús, el Hijo de Dios, participó de sangre y carne? Por dos razones: para destruir al diablo en la carne a través de Su muerte, y llegar a ser un hombre genuino con naturaleza humana que puede compadecerse de nosotros.
Con esto en mente, consideremos la vida de Jesús en la tierra.
Isaías 53 es una gran profecía y revelación de Jesús en el Antiguo Testamento. Dice que Él sería un varón de dolores, experimentado en aflicción. Desde ser colocado en un humilde pesebre en Su nacimiento hasta soportar una humillante y agonizante muerte en la cruz, Jesús experimentó un sufrimiento inimaginable durante toda Su vida. Creció en el hogar de un carpintero pobre en Nazaret, una región despreciada. Él conoció de primera mano lo que eran el hambre, la sed, el cansancio y la pobreza. Supo lo que era ser rechazado, malinterpretado, burlado y calumniado. Él experimentó todas las facetas de la vida humana. Como hombre, soportó sufrimientos que ni siquiera podemos imaginar.
Los Evangelios revelan que Jesús se preocupaba profundamente por los seres humanos entre quienes vino a vivir y a quienes ministraba. Sanó a los enfermos, limpió a los leprosos y dio la vista a los ciegos. Enseñó la verdad y habló palabras tiernas de compasión a los desolados y miserables.
Jesús se preocupaba por todo tipo de persona, sin importar cuán vil fuera. Esto hizo que aquellos que no lo apreciaban lo menospreciaran llamándolo amigo de pecadores. Pero qué maravilloso para todos nosotros que Él sea verdaderamente amigo de los pecadores.
Debido a lo que experimentó en Su vida en la tierra, Jesús puede entender cualquier cosa por la que estemos pasando, sin importar cuán terrible o angustiante sea. Podemos estar seguros de que sea cual sea la situación en la que nos encontremos, Él comparte nuestros sentimientos, se compadece de nosotros y se preocupa por nosotros. Todo esto es posible porque Él fue hecho semejante a nosotros, Sus hermanos, al participar de sangre y carne.
2. “Para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote”
Ahora veremos la segunda frase importante en Hebreos 2:17: para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote. La nota 2 sobre Sumo Sacerdote en la Versión Recobro explica:
“Cristo, como Sumo Sacerdote, nos ministra a Dios mismo y las riquezas de la vida divina. Como Dios-hombre, Él está plenamente calificado para ser nuestro Sumo Sacerdote. Aquí misericordioso corresponde al hecho de que Él es un hombre; fiel corresponde a que Él es Dios”.
En el Antiguo Testamento, el sumo sacerdote servía a Dios e intercedía en nombre del pueblo de Dios. El sumo sacerdote en el Antiguo Testamento es un cuadro, y Jesús es la realidad, el cumplimiento de este cuadro. Jesús, nuestro verdadero Sumo Sacerdote, es tanto Dios como hombre. Como hombre hecho semejante a nosotros en todas las cosas, es misericordioso con nosotros y capaz de entendernos. Podemos venir a Él y estar seguros de que Él se compadece de nosotros en nuestra aflicción.
Además, como Dios, Jesús es nuestro fiel Sumo Sacerdote. Cuando sufrimos, Él nos ministra a Dios mismo y las riquezas ilimitadas de la vida divina para satisfacer nuestra necesidad. Puede que ni siquiera sepamos lo que necesitamos, pero nuestro fiel Sumo Sacerdote lo sabe y nos ministra fuerza, amor, esperanza, aliento, perseverancia, alegría y mucho más.
Hablando de la clase de Sumo Sacerdote que Jesús es para nosotros, Hebreos 4:15-16 dice:
“Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.
Qué precioso es que Jesús pueda compadecerse de nuestras debilidades. Podemos acercarnos a nuestro misericordioso y fiel Sumo Sacerdote confiadamente, seguros de que recibiremos misericordia y hallaremos gracia para el oportuno socorro.
3. “Para hacer propiciación por los pecados del pueblo”
Llegamos ahora a la tercera frase importante en Hebreos 2:17: para hacer propiciación por los pecados del pueblo.
En algún momento, probablemente hemos sentido miedo de acercarnos a Jesús y derramar lo que está en nuestro corazón a Él. Tal vez nos sentimos indignos, o llenos de culpa por haber estado lejos de Él por un tiempo. Quizás hemos experimentado un fracaso en nuestra vida cristiana.
Pero si esta es nuestra situación, necesitamos darnos cuenta de que el Señor hizo propiciación por nuestros pecados. La nota 4 sobre propiciación en la Versión Recobro explica:
“Jesús hizo propiciación por nuestros pecados, satisfaciendo así los requisitos de la justicia de Dios y estableciendo una relación de paz entre Dios y nosotros, a fin de poder darnos Su gracia en paz”.
Es imposible que arreglemos nuestra condición pecaminosa ante Dios por nosotros mismos. Pero Jesús nos amó a tal punto que puso Su vida por nosotros. Él resolvió nuestro problema de pecado al satisfacer todas las justas demandas de Dios a través de Su muerte en la cruz. Esto era cierto cuando primero creímos en Jesús y lo aceptamos como nuestro Salvador, y también es cierto cuando hemos pecado después de ser salvos.
Por supuesto, si hemos pecado, necesitamos arrepentirnos —es decir, volvernos a Dios— y confesar nuestros pecados a Él. Al volvernos a Él y confesar nuestros pecados, podemos disfrutar de Su propiciación y ser perdonados y limpiados con Su sangre. Entonces podemos venir al Señor sin ningún temor o culpa persistente.
Hebreos 2:17 es un versículo maravilloso que nos muestra que Jesús en todo fue hecho semejante a nosotros para que Él pudiera verdaderamente entendernos. Él es nuestro misericordioso y fiel Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nosotros y satisfacer nuestra necesidad interior, y Él es Aquel que hizo propiciación por nosotros.
Sin importar por cuál situación difícil estemos pasando, podemos estar seguros de que Jesús nos comprende completamente y se compadece profundamente de nosotros. Y debido a que Él hizo propiciación por nosotros, podemos acercarnos a Él en cualquier momento.
¿Cómo experimentamos la compasión y el ministerio de Jesús?
Ahora consideremos cómo podemos experimentar al Señor compadeciéndose de nosotros y ministrándonos en nuestra vida diaria.
Primero, deberíamos darnos cuenta de que el Señor no está lejos de nosotros. Cuando fuimos salvos, Cristo vino a vivir en nuestro espíritu, nuestra parte más profunda. Él siempre está disponible y accesible para nosotros. En cualquier momento, en cualquier lugar, en cualquier situación, podemos acercarnos a Él en nuestro espíritu.
Segundo, cuando nuestra conciencia nos avisa que hemos cometido un pecado, deberíamos confesar ese pecado al Señor para que podamos ser perdonados y limpiados por Su sangre. Esto elimina cualquier barrera entre nosotros y el Señor para que podamos acercarnos a Él libremente.
Tercero, podemos acercarnos al Señor al tener comunión con Él en oración. Realmente ayuda abrir nuestra boca y orar audiblemente al Señor. Podemos hablarle libremente y derramar todo lo que está en nuestro corazón a Él.
Muchos de nosotros podemos testificar que al decir lo que estaba en nuestro corazón al Señor en oración, fuimos consolados por Su compasión y cuidado tierno. Aunque nuestra situación externa no cambió, fuimos alentados y avivados porque Jesús ministró algo de Dios en nuestro ser, satisfaciendo nuestra necesidad más profunda. Las palabras no pueden expresar lo maravillosa que es esta experiencia.
Esperamos que se sienta animado por las palabras en Hebreos 2:17 y las notas en el Nuevo Testamento Versión Recobro. Sin importar por lo que estemos pasando, podemos acercarnos al Señor en oración y experimentar el cuidado amoroso de nuestro misericordioso y fiel Sumo Sacerdote. Si vive en los Estados Unidos, puede pedir una copia gratuita del Nuevo Testamento Versión Recobro aquí.
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