
¿Qué es lo que nos viene a la mente cuando pensamos en lo que significa ser una persona espiritual?
Es posible que nos imaginemos a una persona que piense de manera profunda, que sea indiferente hacia las cosas materiales, o aún que hable de forma mística. También podríamos imaginarnos a esta persona como una que participa en obras humanitarias o quizás como alguien que abandone su entorno social para vivir una vida de oración y servicio al Señor en santidad, que lea la Biblia a menudo y que exhiba ciertos dones espirituales.
Tenemos algunas ideas de lo que la palabra “espiritual” significa, sin embargo, según la Biblia, ¿cuál es su significado?
El significado de la palabra “espiritual”
La raíz de la palabra “espiritual” es “espíritu”. Sencillamente, se considera algo espiritual si se relaciona al espíritu.
¿Que es el espíritu? El espíritu humano es la parte más profunda de cada persona. Es diferente del alma humana. Cuando una persona cree en Cristo, su espíritu es la parte que nace de nuevo con la vida de Dios.
Antes de ser salvos, nuestro espíritu estaba muerto de modo que no podíamos ser espirituales. Podíamos pensar y hablar de Dios, pero nuestro espíritu muerto no funcionaba. Sin embargo, cuando recibimos al Señor Jesús, algo maravilloso sucedió. El espíritu de Dios con Su vida divina vino a morar en nuestro espíritu, y según 1 Corintios 6:17, ¡llegamos a ser un espíritu con el Señor! Ahora el Señor, quien es el Espíritu, está mezclado con nuestro espíritu, y nuestro espíritu está lleno de vida.
No obstante, ser salvos no nos convierte en personas espirituales, ser espiritual depende de nuestro vivir. Aunque el Espíritu está en nuestro espíritu para ser nuestra vida, es posible que no vivamos por esa vida. Lo más probable es que sigamos viviendo por nuestra vida anterior, nuestra vida natural en nuestra alma, incluso, vivir en nuestra carne.
Las actividades en las que participamos no son las que nos hacen espirituales sin importar que tan buenas o correctas o incluso que nobles sean. Vivir y actuar por la vida en nuestro espíritu es lo que verdaderamente nos hace espirituales.
Si no vivimos, actuamos y hacemos cosas en el espíritu, ¿de qué manera vivimos? Observemos los siguientes versículos que el apóstol Pablo escribió a los creyentes corintios acerca de ser carnarles y almáticos.
Una vida en la carne
“Y yo, hermanos, no pude hablaros como a hombres espirituales, sino como a carne, como a niños en Cristo”. (1 Co. 3:1)
En el huerto de Edén, cuando ocurrió la caída del hombre, el pecado corrompió el cuerpo puro creado por Dios cambiándolo a la carne. Ahora, como Gálatas 5:17 nos muestra, la carne es contra el Espíritu y estos se oponen entre sí.
La nota referente a “carne” en la Versión Recobro dice:
“Esta es una expresión más grave y más repugnante que la palabra carnales
del v. 3 y denota ser hecho de carne; la palabra carnal denota que uno está bajo la influencia de la naturaleza de la carne y que uno participa del carácter de la carne. En este versículo el apóstol consideró que los creyentes corintios eran totalmente de la carne, hechos de la carne y que no eran más que la carne. ¡Qué expresión tan grave! Luego, en el v. 3 el apóstol consideró carnal la manera envidiosa y contenciosa en que ellos se comportaban y la condenó, indicando que tal comportamiento estaba bajo la influencia de su naturaleza carnal y que participaba del carácter de la carne”.
Una persona que vive conforme a la carne es carnal. Pueda que intentemos ser una buena persona y actuemos usando la energía de nuestra carne. Pero aún teniendo la vida de Dios en nuestro espíritu, si nuestro andar y nuestro vivir procede de nuestra carne, no somos espirituales sino carnales.
Una vida en el alma
“Pero el hombre anímico no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son necedad, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. (1 Co. 2:14)
Una persona anímica es una que vive y es dirigida por el alma. La nota de la Versión recobro en cuanto a “anímico” en este versículo es bastante útil:
“Un hombre anímico es un hombre natural, uno que permite que su alma (que consta de la mente, la parte emotiva y la voluntad) domine todo su ser, y que vive regido por su alma, sin hacer caso de su espíritu, sin usar su espíritu e incluso comportándose como si no tuviera espíritu (Jud. 19). Tal hombre no recibe las cosas del Espíritu de Dios, y no es capaz de conocerlas. Al contrario, las rechaza. Los judíos religiosos, los cuales exigían señales, y los griegos filosóficos, quienes buscaban sabiduría (1:22), eran tal clase de persona, para quienes las cosas del Espíritu de Dios eran necedad (1:23)”.
Quizás seamos muy inteligentes y utilicemos nuestra inteligencia natural para entender la Biblia y las cosas de Dios. O tal vez seamos personas amorosas y bondadosas y nos gusta cuidar de otros con nuestro amor natural o hasta seamos buenos en el don de hablar de modo que cuando hablamos por Dios lo hacemos con nuestra naturaleza elocuente. Ser inteligente, tener una naturaleza amorosa y ser elocuente no son cosas malas. Sin embargo, provienen de nuestra alma y no tienen nada que ver con ser espirituales.
Cuando el origen es nuestra vida natural en el alma, no importa que tan buenos parezca que seamos externamente, no somos espirituales debido a que nuestro origen no es el espíritu. Puesto que dependemos de nuestras virtudes naturales, somos anímicos y no espirituales.
Una vida en el Espíritu
En Gálatas 6:1, Pablo dice: “vosotros que sois espirituales”. ¿Qué fue lo que quiso decir cuando dijo “espirituales”? Justo antes de decir esto, Pablo anteriormente (5:16-26) les dijo a los gálatas: “Andar por el Espíritu”; “Si sois guiados por el Espíritu”; y “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Si observamos el contexto del libro completo de Gálatas, podemos ver que Pablo enfatizó bastante el Espíritu con nuestro espíritu humano y nuestra necesidad de vivir por este espíritu mezclado. De esto, podemos entender que ser personas espirituales significa que somos personas que vivimos y andamos por el Espíritu en nuestro espíritu, es decir, actuamos y hacemos cosas por el Espíritu en nuestro espíritu.
Vivir y andar en nuestro espíritu mezclado es depender de Cristo y prestar atención al sentir de Su vida en nosotros. Al pasar tiempo a solas con el Señor cada día, somos sensibles a Su hablar y guiar en nuestro espíritu. Conforme lo seguimos, ya no vivimos por nuestra carne o nuestra alma, sino por el Señor en nuestro espíritu. Le permitimos vivir más en nosotros y fuera de nosotros y nuestro vivir lo expresa a Él y no a nosotros mismos. Este es el significado de ser espiritual.
Cada día podemos hacer esta sencilla oración: “Señor, gracias por ser el Espíritu en mi espíritu. ¡Gracias que puedo ser un espíritu contigo! Recuérdame hoy que debo vivir y andar por mi espíritu mezclado. Señor, te necesito. ¡Vuelveme a mi espíritu hoy todo el día!” Si practicamos orar este tipo de oraciones y pasamos un tiempo regular con el Señor Jesús cada día, comenzaremos a experimentar lo que significa ser espiritual.