¿Cuál es la diferencia entre el alma y el espíritu?

Los términos alma y espíritu han sido abarcados extensamente en la filosofía y la literatura y también en los escritos de varias religiones. A veces se usan de manera intercambiable porque la gente cree que son lo mismo. 

Pero ¿qué dice la Biblia? ¿Existe alguna diferencia? ¿Y por qué es importante saber si son diferentes?

En esta entrada, veremos algunos versículos y notas en el Nuevo Testamento Versión Recobro que nos mostrarán que el alma y el espíritu son diferentes. También cubriremos por qué saber que son diferentes es importante en nuestra relación con Dios.

Dos versículos claves

En 1 Tesalonicenses 5:23 dice: 

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.

Este versículo crucial prueba que el alma y el espíritu no son lo mismo. Nos dice que los seres humanos están compuestos de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. En griego, el idioma original del Nuevo Testamento, la conjunción y en la frase vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo indica que éstos son tres cosas diferentes. El cuerpo es claramente distinto del alma; de la misma manera, el alma también es distinta del espíritu.

Hebreos 4:12 dice:

“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.

Las coyunturas y los tuétanos en nuestro cuerpo físico están estrechamente relacionados, pero son distintos y pueden ser separados uno del otro. De la misma manera, nuestra alma y nuestro espíritu pueden ser divididos por la Palabra de Dios, lo cual muestra que también son distintos el uno del otro.

Las funciones diferentes de nuestra alma y nuestro espíritu

Ahora que hemos visto que el alma y el espíritu son diferentes, necesitamos ver que sus funciones también son diferentes. 

La función de nuestro espíritu, la parte más profunda de nuestro ser, está relacionada con la esfera espiritual: nos permite contactar y recibir a Dios mismo. 

Juan 4:24 nos muestra que nuestro espíritu puede contactar a Dios:

“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren”.

Que Dios sea Espíritu significa que Su sustancia es Espíritu. Nuestro espíritu es la parte de nuestro ser que corresponde a Dios y tiene la capacidad de contactarlo, tener comunión con Él y adorarlo.

Juan 3:6 nos muestra que nuestro espíritu tiene la capacidad de recibir a Dios:

“Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”.

Cuando nacimos de nuevo, nacimos del Espíritu en nuestro espíritu humano, no en nuestra alma. Recibimos al Señor y Él vino a vivir en nuestro espíritu. 

Entonces, ¿qué de nuestra alma? Nuestra alma es quienes somos, nuestra personalidad, y está compuesta por nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Dios nos creó con estas facultades para que podamos expresarlo. 

El propósito de Dios al crear seres humanos con un espíritu y un alma era que lo recibieran en su espíritu y lo expresaran a través de su alma.  

Lucas 1:46-47 muestra las diferentes funciones del alma y el espíritu en la alabanza de María al Señor:

“Entonces María dijo: Mi alma magnifica al Señor; y mi espíritu ha exultado en Dios mi Salvador”. 

Magnificar significa agrandar, o expresar, algo oculto para que todos lo puedan ver. La nota 1 del versículo 47 en el Nuevo Testamento Versión Recobro explica: 

“Primero el espíritu de María exultó en Dios; luego su alma magnificó al Señor. La alabanza que ofreció a Dios se inició en su espíritu y se expresó a través de su alma. Su espíritu fue lleno de gozo en Dios su Salvador, y su alma lo manifestó magnificando al Señor. Ella vivía y actuaba en su espíritu, el cual dirigía a su alma”.

Así que la función de nuestro espíritu es contactar a Dios y recibir a Dios, y la función de nuestra alma es expresar a Dios.

¿Por qué es importante saber la diferencia?

Los creyentes tenemos la vida divina en nuestro espíritu. Ahora Dios quiere que vivamos y actuemos no por nosotros mismos, es decir, por nuestra alma, sino por Su vida en nuestro espíritu. 

Pero éste es el problema. Desde el momento en que nacimos, hemos vivido por nuestra alma. Nuestra mente es educada en la escuela y vivimos activamente de acuerdo a lo que pensamos. También experimentamos la gran variedad de emociones humanas y a menudo respondemos a situaciones y asuntos de acuerdo a cómo nos sentimos. Con base en lo que pensamos o sentimos, tomamos decisiones con nuestra voluntad. Estamos acostumbrados a vivir por nuestra alma.

Cuando fuimos salvos, Cristo vino a vivir en nuestro espíritu. Ahora Él es una Persona maravillosa en nosotros que tiene Sus propios pensamientos, sentimientos e intenciones. Cristo vino a vivir en nosotros para ser nuestra vida y que viviéramos por Él. 

Pero no estamos acostumbrados a vivir por Su vida en nuestro espíritu. 

Entonces, a lo largo de nuestro día tenemos que darnos cuenta de que podemos vivir de acuerdo con nuestra vida humana natural en nuestra alma o por la vida de Cristo en nuestro espíritu. Se nos hace fácil vivir y actuar separados del Señor en nuestra alma, según nuestros propios pensamientos o sentimientos. Cuando esto sucede, nos expresamos a nosotros mismos. Incluso si hacemos algo bueno, la fuente no es el Señor en nuestro espíritu, por lo que Dios en realidad no es expresado.  

Pero cuando vivimos por la vida divina en nuestro espíritu, Cristo es la fuente de nuestro vivir, y los pensamientos, sentimientos e intenciones de nuestra alma están dirigidos por nuestro espíritu. Entonces en nuestras palabras, nuestras acciones y nuestro vivir, expresamos a Dios.

¿Cómo podemos saber si vivimos por nuestra alma o nuestro espíritu?

A veces puede ser difícil saber si estamos viviendo y haciendo cosas en nuestra alma o en nuestro espíritu. Pasar tiempo con el Señor en Su Palabra nos ayuda a discernir dónde estamos.   

Cuando ejercitamos nuestro espíritu orando con la Palabra de Dios, la Palabra llega a ser viviente para nosotros. Entonces la Palabra viviente puede partir nuestra alma de nuestro espíritu y discernir todos los pensamientos e intenciones de nuestro corazón, como lo describe Hebreos 4:12. 

Cuando descubrimos que vivimos en y por nuestra alma, simplemente necesitamos volvernos al Señor en nuestro espíritu nuevamente. Podemos orar: “Señor Jesús, me aparto de vivir en mi alma. Me vuelvo a Ti en mi espíritu. Señor, quiero vivir por Ti”.

Cuanto más contactemos al Señor y estemos llenos de Él, Él será cada vez más la fuente de nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones. Entonces podremos expresar a Dios genuinamente a las personas que nos rodean. 

Esta entrada nos da solamente una breve introducción de la diferencia entre nuestra alma y nuestro espíritu. Para obtener una visión más profunda de este tema y su aplicación en nuestra vida cristiana, le animamos a que tome provecho de estos recursos gratuitos: 

  • Lea las notas sobre Lucas 1:46 y 47 en el Nuevo Testamento Versión Recobro y las notas sobre los otros versículos mencionados en esta entrada. Si usted vive en los EE. UU., usted puede pedir una copia gratuita aquí
  • Lea el capítulo 5, “La clave para experimentar a Cristo: nuestro espíritu humano”, en Elementos básicos de la vida cristiana, tomo 1. Usted puede descargar este libro electrónico gratuito aquí
  • Lea el capítulo 6, “Las partes internas y la parte escondida”, en La economía de Dios gratis aquí

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