¿Sabía que usted es un vaso que Dios quiere llenar?

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vasijas de diferentes tamaños

La pregunta en el título de esta entrada puede parecerle extraña. La mayoría de nosotros no pensaríamos que somos un vaso.

Pero si queremos saber no sólo quién es Dios, sino también cómo nos percibe, debemos acudir a la Biblia. Es la Palabra de Dios la que nos revela a Dios. Y también revela que nosotros los seres humanos hemos sido creados por Dios como vasos.

Leeremos algunos versículos claves, junto con notas del Nuevo Testamento Versión Recobro, que nos revelan esta verdad fundamental. Conocer el significado y la importancia de ser un vaso afectará grandemente nuestra vida cristiana.

¿Qué es un vaso?

El diccionario define un vaso como un objeto que se utiliza para retener o contener algo. Puede estar hecho de materiales como vidrio, metal, madera, piedra o barro. Cosas como una botella, una lata o una taza son todos contenedores. Su propósito es ser llenos de una sustancia particular.

Por ejemplo, una taza está hecha específicamente para ser llenada con una bebida, como té o café, y la bebida necesita la taza para contenerlo.

Ahora que hemos repasado lo que es un vaso, veamos algunos versículos en la Biblia que hablan de nosotros como vasos.

Vasos en el Antiguo Testamento

Lamentaciones 4:2 dice:

Los hijos preciosos de Sion, comparables al oro fino, ¡cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero!”.

Por supuesto, los hijos preciosos de Sion son personas, y aquí dice que son tenidos por vasijas de barro, las cuales son vasos.

E Isaías 64:8 dice:

“Ahora, pues, Jehová, Tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y Tú, nuestro Alfarero; y obra de Tus manos somos todos nosotros”.

Un alfarero es una persona que hace alfarería al moldear platos hondos, botellas y otros tipos de vasijas usando barro. Aquí, Isaías dice que Dios es el Alfarero, y Su pueblo el barro que Él formó en vasos.

Estos versículos deberían recordarnos Génesis 2:7, que nos dice que “Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra”. Nosotros los seres humanos somos vasos de barro, obra de nuestro Dios Creador.

Vasos en el Nuevo Testamento

Ahora leamos algunos versículos en el Nuevo Testamento que se refieren a nosotros como vasos.

Romanos 9:21-23 dice:

“¿O no tiene autoridad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar Su ira y dar a conocer Su poder, soportó con mucha longanimidad los vasos de ira preparados para destrucción, para dar a conocer las riquezas de Su gloria sobre los vasos de misericordia, que Él preparó de antemano para gloria?”. 

El apóstol Pablo aquí hace eco de los versículos del Antiguo Testamento en Lamentaciones e Isaías que presentan a Dios como Alfarero y al hombre como un vaso de barro. Pablo va más allá al revelar que el deseo de Dios es tener a los seres humanos como vasos de honra, que son vasos de Su misericordia, preparados para gloria.

La nota 1 sobre el versículo 21 en la Versión Recobro nos ayuda a entender lo que esto significa:

“Esto indica que Dios nos escogió para que fuéramos vasos de honra a fin de poder contenerle. Dios creó al hombre como un vaso que le pudiera contener; luego, de entre los muchos vasos, nos escogió a nosotros para que le contuviéramos a Él, el Dios de honra, a fin de ser vasos de honra. Finalmente, Él da a conocer Su gloria sobre nosotros, los vasos, para que lleguemos a ser vasos de Su gloria (v. 23). Todo esto proviene de Su misericordia y es conforme a ella; no lo podemos obtener por nuestros propios esfuerzos. Por esta razón, debemos adorarle a Él. ¡Le debemos adorar por Su misericordia!”. 

¡Qué hecho tan asombroso! Dios nos creó para contenerlo a Él.

Antes de ser salvos, éramos vasos vacíos. Sentíamos que no teníamos propósito porque contener a Dios es el significado de nuestra existencia.

Aunque este concepto puede ser desconocido para nosotros, la Biblia revela claramente que Dios nos hizo como vasos en los que Él podría entrar y con quienes podría ser unido. De esta manera, la vida de Dios sería la vida del hombre, y Dios sería todo para el hombre.

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Vasos creados a imagen de Dios

Así como cada tipo de vaso está diseñado teniendo en mente su contenido, Dios nos diseñó y creó de una manera muy especial. Génesis 1 dice que Dios creó las diferentes plantas “según su especie” y toda criatura viviente “según su especie”.

Pero del hombre, Génesis 1:26 nos dice:

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza”.

Nosotros, los seres humanos, fuimos hechos a imagen de Dios y conforme a Su semejanza. Tener la imagen de Dios significa que interiormente correspondemos a Dios. Por ejemplo, Dios tiene atributos divinos de amor, luz, santidad y justicia, y el hombre fue creado con virtudes que corresponden a estos atributos. Dios ama, piensa y decide, y nosotros también.

Que Dios nos haya creado conforme a Su semejanza significa que tenemos la forma de Dios. Así como una foto de una persona es una semejanza de esa persona, nosotros somos semejantes a Dios. Dado que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, correspondemos a Dios.

¿Qué había en el corazón de Dios cuando Él nos formó como vasos a Su imagen conforme a Su semejanza? Su deseo era que lo contuviéramos, fuéramos llenos de Él y lo expresáramos en esta tierra.

Para esto, Dios nos hizo con una parte muy especial: un espíritu humano, la parte más profunda y recóndita de nuestro ser.

Nuestro espíritu humano tiene la capacidad única de contactar, recibir y contener a Dios. Debido a que tenemos un espíritu, nosotros los vasos podemos recibir a Dios y compartir la propia vida de Dios. Así es como se puede cumplir el plan de Dios para con nosotros.

Vasos contaminados y luego limpiados

Pero aunque Adán, el primer hombre, fue creado como un vaso puro y limpio listo para recibir la vida de Dios, se apartó de Dios. A través de la desobediencia de Adán, toda la humanidad fue contaminada con pecado por el diablo. Dios nunca podría entrar en vasos pecaminosos y contaminados, y tales vasos nunca podrían expresar a Dios. Es más, la naturaleza santa y justa de Dios requería que Él juzgara a toda la humanidad. Parecía que todo estaba perdido.

Sin embargo, Dios se mantuvo firme en su intención de unirse al hombre. Así que, ¿cómo resolvió Dios este problema? En el transcurso del tiempo, Dios mismo se hizo un hombre de carne y sangre llamado Jesús. Jesús vivió una vida en la tierra que manifestó el amor, la santidad y la justicia de Dios a las personas. Su pureza, compasión y gracia se manifestaron en Su conducta, palabras y acciones. Su vivir expresó plenamente a Dios.

Luego Jesús, Aquel que no conoció pecado, murió en la cruz por nuestra redención. Él llevó el juicio de Dios que estaba sobre toda la humanidad para que aquellos que creen en Él pudieran ser perdonados y limpiados del pecado y salvos de la destrucción eterna.

Vasos limpiados para ser llenados

Ser perdonado y salvo es verdaderamente estupendo, pero ese no es el objetivo final de Dios. En cambio, aquellos que creen en Jesús el Salvador son vasos limpiados que pueden recibir a Dios.

Para ilustrar, digamos que tenemos una taza en la que queremos verter té, pero se ha ensuciado mucho. Ciertamente lavaríamos la taza para limpiarla. Pero no sólo queremos una taza limpia y vacía. La razón por la que la lavamos fue para poder llenarla con té.

Es lo mismo con nosotros. Jesús murió por nosotros para lavarnos de nuestros pecados no sólo para que estuviéramos limpios, aunque todavía vacíos. Él nos lava para poder entrar en nosotros y llenarnos de Sí mismo.

Adoramos y alabamos al Señor por haber efectuado la redención con Su maravillosa meta en mente: entrar en nosotros para ser nuestro contenido, nuestra vida y nuestro todo. Ahora veamos cómo es posible que Dios entre en nosotros.

Cómo Dios entró en nosotros

Después de que Jesús murió por nosotros, 1 Corintios 15:45 nos dice que el Cristo resucitado “fue hecho Espíritu vivificante”. Como Espíritu, Él puede entrar en todos los que creen en Él y ser unido a ellos para siempre.

Así que cuando primero nos arrepentimos y creímos en Jesús como nuestro Salvador, nos sucedieron dos cosas tremendas: fuimos perdonados y limpiados, y recibimos el Espíritu vivificante en nuestro espíritu.

Así es como Dios llegó a ser nuestro contenido. Ahora Él vive en nosotros y quiere ser todo para nosotros. Él quiere llenarnos completamente. Al ser llenos de Él, podemos vivir una vida que lo expresa. Por ejemplo, cuando amamos a los demás, los amamos con el amor de Dios. Cuando somos pacientes, es porque estamos llenos de Dios como nuestra paciencia.

Dios quiere llenarnos completamente

Recibimos a Dios por primera vez cuando Él entró en nuestro espíritu. Ahora Dios quiere que continuemos recibiéndole para que Él pueda llenar todo nuestro ser, como vemos en 1 Tesalonicenses 5:23:

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.

La última parte de la nota 5 sobre este versículo en la Versión Recobro dice:

“Dios nos santifica primero al tomar posesión de nuestro espíritu, mediante la regeneración (Jn. 3:5-6); luego, al extenderse como Espíritu vivificante desde nuestro espíritu hasta nuestra alma para saturarla y transformarla (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18); y por último, al vivificar nuestro cuerpo mortal a través de nuestra alma (Ro. 8:11, 13) y al transfigurar nuestro cuerpo con el poder de Su vida (Fil. 3:21)”. 

¿Para qué es todo esto?

La meta de Dios al llenarnos completamente no es hacernos mejores personas; es para algo mucho más elevado que eso. Es hacernos vasos de gloria para que podamos expresarlo, como nos dice Romanos 9.

El enfoque de nuestra vida cristiana

Es posible que hayamos tenido el pensamiento que ante todo debemos ser útiles a Dios al hacer muchas cosas por Él.

Pero la manera en que Dios nos creó nos muestra que ésto no es lo que Dios quiere. Si fuera así, nos habría creado como herramientas, no como vasos. Una herramienta como un martillo es un instrumento que usted toma y usa para llevar a cabo una tarea. Una vez que haya terminado, lo deja de usar. La herramienta y el que la usa están separados el uno del otro.

Un vaso es diferente de una herramienta. No se puede usar para realizar una tarea. Simplemente contiene aquello para lo que fue diseñado contener. Y el contenedor y el contenido no están separados el uno del otro, sino que son uno el uno con el otro.

Dios no nos creó como herramientas. Él no quiere usarnos obligándonos a hacer muchas cosas por Él, todo mientras estamos separados de Él.

Lo que Dios quiere es que simplemente lo amemos y lo recibamos continuamente hasta que estemos llenos de Él en cada parte de nuestro ser. Así es como Él y nosotros llegamos a ser uno el uno con el otro cada vez más. Entonces lo que hagamos en unidad con Él será una expresión de Él. Ser un vaso lleno de Él es el punto de nuestra vida cristiana y es en lo que debemos enfocarnos todos los días.

Cómo podemos cooperar con Dios para ser llenos de Él

La manera más importante para que cooperemos con Dios es al estar abiertos a Él. Todos los vasos tienen una cosa en común: tienen una abertura, una boca. Esta abertura da acceso a lo que están diseñados para contener. Si la abertura de un vaso está cerrada o cubierta, no puede entrar nada. La boca del vaso tiene que estar abierta.

Y al igual que todos los vasos, los humanos tenemos una boca. En nuestra experiencia práctica, cooperar con Dios tiene mucho que ver con abrir nuestra boca a Él. Cuando abrimos nuestra boca al Señor, nuestro corazón está abierto y accesible a Él.

Una manera importante de abrir nuestra boca es en oración al Señor. Cuando oramos, podemos hablar con Él acerca de todo en nuestras vidas, tanto bueno como malo. Al tener comunión con Él en oración, Él tiene la oportunidad de entrar en todas nuestras circunstancias para llenarnos interiormente de Él mismo. 

Al tener comunión con el Señor en oración, Él podría brillar sobre nosotros con respecto a los pecados que hemos cometido. Estos pecados son una barrera que impide que el Señor pueda llenarnos. Para eliminar esta barrera, simplemente necesitamos confesar nuestros pecados a Él. Esto le da al Señor la manera de continuar llenándonos.

También podemos orar oraciones como ésta:

“Señor Jesús, gracias por hacerme un vaso para contenerte para que pueda expresarte a todos los que me rodean. Gracias por vivir en mí. Señor, te abro mi corazón de nuevo. Lléname de Ti mismo más hoy”.

En esta entrada, hemos visto que la Biblia nos dice que Dios nos creó como vasos para contenerlo y expresarlo a Él para llevar a cabo Su propósito eterno. Practiquemos todos abrirnos continuamente al Señor para que podamos ser llenos de Él. Para aprender más, si vive en los EE. UU., puede pedir una copia gratuita del Nuevo Testamento Versión Recobro. Puede tomarse su tiempo para leer todos los comentarios sobre los versículos del Nuevo Testamento que mencionamos en esta entrada. También lo animamos a leer La economía de Dios, especialmente el capítulo 5. Puede descargar este libro gratis aquí desde cualquier parte del mundo.