Conocer la verdad sobre el perdón de Dios

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¿Alguna vez se ha preguntado si Dios realmente lo perdonó de todos los pecados que cometió antes de ser salvo? ¿O le preocupa que Dios no lo haya perdonado de un pecado en particular que cometió después de ser salvo?

A veces podemos sentirnos perdonados, pero otras veces no. A veces podemos pensar que somos perdonados, pero otras veces estamos convencidos de que no es así. Pero ser perdonados por Dios no se basa en lo que sentimos o pensamos. El hecho del perdón de Dios se basa en Su Palabra firme.

Debemos tener un entendimiento claro y una fuerte seguridad del perdón de Dios en lo que refiere tanto a los pecados que cometimos antes de ser salvos como a los que cometemos después. En esta entrada, hablaremos de algunos versículos claves para ver este gran asunto en la Biblia. Esto nos rescatará de todas las dudas y temores inquietantes y nos ayudará a avanzar en nuestra vida cristiana.

¿Qué significa ser perdonado por Dios?

Como resultado de la caída del hombre, todos somos pecadores. Nuestras transgresiones, actos malignos y vivir pecaminoso crean un problema entre nosotros y Dios que no podemos resolver por nosotros mismos. Y como pecadores, estamos condenados a muerte según el justo juicio de Dios. 

Pero en Su maravillosa salvación, Cristo vino como Cordero de Dios para morir como nuestro Sustituto en la cruz. Él pagó completamente el precio por nuestros pecados y nos redimió de vuelta a Dios. Cuando escuchamos estas buenas noticias, nos arrepentimos y creímos en Jesús como nuestro Salvador. En ese momento, Dios nos perdonó de todos los pecados que habíamos cometido anteriormente.

Entonces, ¿qué significa ser perdonado? En griego, la lengua original del Nuevo Testamento, se utilizan varias palabras para perdonar y perdón. Una de estas, aphiemi, literalmente significa hacer partir. Otra, aphesis, significa enviar lejos. El perdón de Dios significa que Él hace que los pecados que cometimos se aparten de nosotros y los envía lejos; ya no están con nosotros.

Para ver cómo es posible que nuestros pecados se aparten de nosotros, leamos 1 Pedro 2:24:

“Quien [Cristo] llevó Él mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero”.

Cuando el Señor Jesús estaba en la cruz (el madero), Dios puso sobre Él los pecados del mundo. Jesús llevó todos nuestros pecados y sufrió el juicio y el castigo por ellos en nuestro lugar. Así es como nuestros pecados se apartaron de nosotros para siempre.

Entonces, ¿a dónde fueron a parar nuestros pecados? Para responder a esta pregunta, necesitamos ir al Antiguo Testamento, el cual revela, en forma de cuadros o tipos, muchos aspectos diferentes de quién es Dios y cómo Él trata con la humanidad.

En Levítico 16, podemos ver una descripción vívida de la gran redención que Cristo efectuó por nosotros. En este capítulo sobre la expiación de los hijos de Israel, Dios instruyó a Aarón, el sumo sacerdote, a tomar dos machos cabríos como ofrenda por el pecado. El versículo 8 dice:

“Luego Aarón echará suertes sobre los dos machos cabríos: una suerte para Jehová, y otra suerte para Azazel”. 

¿Qué representaban estos dos machos cabríos? La nota 1 sobre Azazel en la Versión Recobro de la Biblia explica:

“Azazel representa a Satanás, el diablo, el pecaminoso, quien es la fuente, el origen, del pecado (Jn. 8:44). El macho cabrío designado para Jehová debía ser inmolado (v. 9), pero el macho cabrío designado para Azazel debía ser enviado al desierto llevando sobre sí todas las iniquidades de los hijos de Israel (vs. 10, 20-22). Esto significa que Cristo, quien es la ofrenda por el pecado del pueblo de Dios, por un lado, se hace cargo de nuestro pecado delante de Dios y, por otro, mediante la eficacia de la cruz, envía el pecado de regreso a Satanás, de quien vino el pecado al hombre. Mediante la cruz el Señor Jesús tiene la posición y es apto —con poder, fuerza y autoridad— para quitar el pecado de los redimidos (Jn. 1:29; He. 9:26) y enviarlo de regreso a su fuente, Satanás, quien lo llevará sobre sí en el lago de fuego para siempre (Ap. 20:10)”.

En esto consiste el perdón de Dios. El Señor Jesús como nuestra ofrenda por el pecado nos quitó nuestros pecados y los envió de regreso a Satanás, de donde vinieron. Cuando Dios nos perdona, ¡nuestros pecados ya no están con nosotros!

¿Cómo puede Dios perdonar a los pecadores?

Aunque Dios nos ama inmensamente, Él también es justo. Nuestros pecados lo ofenden y violan Su justicia; cualquiera que peque está condenado a muerte. Así que, ¿cómo es posible que Dios perdone a los pecadores?

Hebreos 9:22 dice claramente: 

“Sin derramamiento de sangre no hay perdón”. 

Este versículo deja claro que el perdón de Dios requiere y se basa en el derramamiento de sangre. Pero ¿la sangre de quién?

La nota 1 sobre sin derramamiento de sangre en este versículo explica:

“Sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados. Sin perdón de pecados es imposible que los requisitos de la justicia de Dios sean satisfechos para que el pacto sea puesto en vigencia. Pero la sangre de Cristo fue derramada para el perdón de pecados, y el pacto fue establecido con Su sangre (Mt. 26:28)”. 

En el Antiguo Testamento, cuando el pueblo de Dios pecaba tenía que ofrecerle a Él un animal que derramara su sangre al ser sacrificado en el altar. Ésta era la manera de expiación de Dios en aquel tiempo. El animal cuya sangre se derramaba era un símbolo, un cuadro, que señalaba al Señor Jesús. Jesús es el Cordero de Dios sin pecado y sin mancha, el verdadero sacrificio por los pecados.

La noche en que Jesús fue traicionado, tomó una copa y se la dio a Sus discípulos. Mateo 26:28 registra lo que Él habló en ese momento, justo antes de Su crucifixión:

“Esto es Mi sangre del pacto, que por muchos es derramada para perdón de pecados”. 

En la cruz, el Señor Jesús derramó Su sangre, cumpliendo el justo requisito de Dios y otorgándonos perdón de los pecados. ¡Cuán preciosa es la sangre de Cristo tanto para Dios como para nosotros! 

¿Cuándo nos perdona Dios de nuestros pecados?

Hechos 10:43 dice:

“De Él [Jesús] dan testimonio todos los profetas, de que por Su nombre, todos los que en Él creen recibirán perdón de pecados”.

El apóstol Pedro habló esta palabra a un centurión romano llamado Cornelio. Hechos 10:2 nos dice que Cornelio era “devoto y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre”. Pedro le dejó claro a Cornelio que al creer en Jesús, recibiría el perdón de los pecados. No había ninguna otro requisito que cumplir.

En la Versión Recobro, la nota 1 sobre perdón en Hechos 10:43 explica:

“Esto prueba que Cornelio, aunque temía a Dios y hacía justicia, y aunque sus oraciones y limosnas habían sido aceptadas por Dios, necesitaba que sus pecados fueran perdonados al creer en Cristo el Redentor”. 

Cuando creemos en Cristo el Redentor, Dios nos perdona inmediatamente, sin demora, de todos los pecados que hemos cometido. Nuestro historial pecaminoso con Dios es borrado. El perdón es lo primero que disfrutamos en la salvación de Dios.

Cómo podemos continuar experimentando el perdón de Dios

Por supuesto, después de ser salvos, todavía cometemos pecados y ofendemos a Dios. ¿Perdona Dios esos pecados?

¡Sí, lo hace! Pero cuando pecamos después de ser salvos, debemos confesar nuestros pecados a Dios para recibir Su perdón.

El apóstol Juan escribió 1 Juan 1:9 a creyentes. Dice:

“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. 

Dios no requiere que hagamos penitencia o realicemos buenas obras para ganar Su perdón. Simplemente debemos reconocer y confesar nuestros pecados a Dios, y Su Palabra nos dice que Él es fiel y justo para perdonarnos e incluso limpiarnos.

La nota 2 sobre la palabra fiel en este versículo explica lo que Dios hace cuando confesamos:

“Dios es fiel a Su palabra (v. 10) y justo con relación a la sangre de Jesús Su Hijo (v. 7). Su palabra es la palabra de la verdad de Su evangelio (Ef. 1:13), la cual nos dice que Él perdonará nuestros pecados por causa de Cristo (Hch. 10:43); y la sangre de Cristo ha satisfecho Sus justos requisitos para que Él pueda perdonar nuestros pecados (Mt. 26:28). Si confesamos nuestros pecados, Dios, conforme a Su palabra y con base en la redención efectuada mediante la sangre de Jesús, nos perdona porque Él tiene que ser fiel a Su palabra y justo con relación a la sangre de Jesús; de otro modo, Él sería infiel e injusto. Debemos confesar los pecados para que Él nos pueda perdonar. Tal perdón, cuyo fin es restaurar nuestra comunión con Dios, es condicional, pues depende de nuestra confesión”. 

¿Guarda Dios un registro de nuestros pecados después que nos perdona? 

Es posible que tengamos una muy buena memoria de nuestros pecados y fracasos pasados. Y aunque sabemos que Dios los ha enviado lejos de nosotros, todavía podemos temer que Él los recuerde. 

La Palabra de Dios revela Su actitud hacia nuestros pecados pasados. Hebreos 8:12 dice:

“Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados”. 

Este versículo nos dice claramente que ¡Dios no guarda un registro de nuestros pecados! Cuando confesamos y Él perdona, Él olvida. Si tratamos de recordarle a Dios de un pecado que ya hemos confesado, Él no lo recuerda.

La importancia de conocer el perdón de Dios

Hemos visto cómo Dios nos perdona de manera inmediata, completa y absoluta, y que Su perdón se basa completamente en la muerte de Cristo en la cruz por nosotros y en Su sangre derramada.

Por supuesto, conocer la profundidad y exhaustividad del perdón de Dios no nos da el derecho de ser descuidados en nuestro vivir o ser indiferentes a la hora de cometer pecados. En cambio, necesitamos tomar en serio nuestros pecados porque éstos cortan la comunión entre nosotros y Dios. Así que cuando pecamos, debemos confesar. Entonces experimentamos Su perdón, que restaura la comunión entre nosotros y hace que lo amemos más. Y porque lo amamos, no queremos ofenderlo. 

Cuando conocemos y experimentamos la verdad del perdón de Dios, somos liberados de las dudas y los temores que nos oprimen. Entonces podemos seguir adelante en nuestra vida cristiana para crecer en la vida divina de Dios con corazones agradecidos. ¡Gracias a Dios por Su perdón de nuestros pecados!

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