¿Qué significa ser santo?
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Pídala ahora¿Alguna vez se ha preguntado qué significa ser santo?
Versículos como 1 Pedro 1:16 dicen claramente que los creyentes debemos ser santos: “Porque escrito está: ‘Sed santos, porque Yo soy santo’”.
Pero ¿qué significa ser santo? ¿Significa que somos devotos, perfectos o sin pecado, o que nos vestimos, hablamos y nos comportamos de cierta manera? ¿Acaso realizar un ritual religioso nos hace santos? ¿Significa que nos retiramos de la sociedad para irnos a vivir a un monasterio?
El Nuevo Testamento tiene mucho que decir acerca del deseo de Dios de que los creyentes sean santos. Pero en esta entrada, hablaremos de este tema de una manera sencilla centrándonos en Efesios 1:4 y las notas correspondientes en el Nuevo Testamento Versión Recobro.
¿Por qué nos escogió Dios?
Efesios 1:4 dice algo que podemos encontrar muy inesperado. Dice que Dios nos escogió incluso antes de que naciéramos para un propósito particular:
“Según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él en amor”.
Probablemente pensamos que Dios nos escogió para ser salvos del juicio. Ciertamente fuimos liberados del juicio eterno cuando creímos en Cristo como nuestro Salvador y Redentor, y agradecemos a Dios por eso.
Pero este versículo no dice nada acerca de esto. Dios nos escogió antes de la fundación del mundo, incluso antes de que el pecado entrara en escena. Entonces, ¿por qué nos escogió Dios? Este versículo nos dice que Dios nos escogió antes de la fundación del mundo “para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él en amor”.
Fuimos escogidos por Dios para ser santos, así que es importante entender lo que eso significa.
Lo que significa ser santo
El Nuevo Testamento versión Recobro tiene una nota muy útil sobre la palabra santos. Leamos la primera parte:
“La palabra santos no sólo denota ser santificados, apartados para Dios, sino también ser diferentes, distintos, de todo lo profano. Sólo Dios es diferente, distinto, de todas las cosas. Por lo tanto, Él es santo; la santidad es Su naturaleza. Él nos escogió para que fuésemos santos”.
Ser santos denota que somos santificados, es decir, apartados para Dios. También significa que somos diferentes y distintos de todo lo profano.
Pero sólo Dios es distinto y diferente de todas las cosas y de todos los demás. Sólo Dios es santo; la santidad es Su misma naturaleza.
Todo tiene una cualidad inherente particular, que es su naturaleza. Por ejemplo, la naturaleza de un automóvil es principalmente de metal. ¿Cuál es la naturaleza de Dios? La naturaleza de Dios, Su ser, es santa. Su naturaleza santa lo hace único, diferente y distinto de todo lo demás en este universo.
Y Dios nos escogió para ser como Él, para ser santos como Él es santo. Esto nos dice que ser santo no es algo relacionado con el comportamiento exterior, sino con la naturaleza interior.
Entender el significado de santo nos ayuda a darnos cuenta de que adoptar comportamientos externos —como vestirse, actuar o hablar de cierta manera— o aislarnos de la sociedad no nos hace santos. Podemos hacer estas cosas y aún no ser santos.
De hecho, las personas pueden comportarse de una manera exteriormente devota sin ser realmente salvas. Independientemente de cómo se comporten, ciertamente no son santos, ya que no han nacido de nuevo con la vida y la naturaleza de Dios.
¿Cómo podemos ser santos?
Cuando nos miramos a nosotros mismos, quizás nos preguntemos cómo podríamos ser santificados y apartados para Dios de todo lo profano. ¿Cómo podríamos ser santos como Dios es santo?
Tenemos que admitir que en ciertas áreas de nuestra vida, somos mundanos de principio a fin. Y en otros asuntos, no somos para nada distintos o diferentes de lo que es profano. No estamos apartados para Dios.
Pero cuando nacimos de nuevo, recibimos la vida de Dios en nuestro espíritu. En ese momento, comenzó el proceso de la salvación completa que Dios efectúa de todo nuestro ser, que incluye a Dios haciéndonos santos.
Leamos el resto de la nota sobre santos en Efesios 1:4 para descubrir cómo Dios hace esto:
“Nos hace santos impartiéndose a Sí mismo, el Santo, en nuestro ser, a fin de que todo nuestro ser sea impregnado y saturado de Su naturaleza santa. Para que nosotros, los escogidos de Dios, seamos hechos santos tenemos que ser partícipes de la naturaleza divina de Dios (2 P. 1:4) y permitir que todo nuestro ser sea empapado de Dios mismo. Esto es diferente de solamente la perfección sin pecado o de la pureza inmaculada. Esto hace que nuestro ser sea santo en la naturaleza y el carácter de Dios, tal como lo es Dios mismo”.
Llegamos a ser santos no reformándonos a nosotros mismos, sino al Dios impartirse a Sí mismo, el Único santo, dentro de nosotros. Desde el momento en que somos salvos, Dios quiere impartirse a Sí mismo dentro de nosotros cada vez más hasta que estemos empapados y saturados con Su naturaleza santa.
Esto no es algo instantáneo; toma tiempo. Poco a poco, Dios nos está haciendo santos. Este proceso de empapamiento que nos hace santos continúa a lo largo de toda nuestra vida cristiana.
Pero estar completamente saturado con la naturaleza santa de Dios no sucede automáticamente o en contra de nuestra voluntad. Dios necesita nuestra cooperación diaria. Necesitamos permitirle que imparta más de Su naturaleza santa en nuestro ser. Al ser saturados de esta manera, seremos santos, y espontáneamente, la manera en que vivimos se verá afectada.
Entonces, ¿cómo podemos cooperar con Dios para ser santos? Aquí hablaremos de sólo tres maneras.
1. Estar de acuerdo con Cristo que vive en nosotros
En 1 Corintios 1:30 se nos dice que Cristo nos ha sido hecho de parte de Dios santificación. En griego, el idioma original del Nuevo Testamento, la palabra santificar es la forma verbal de la palabra santo. Cuando creímos en Cristo, Él entró en nosotros para ser nuestra vida. Cristo trajo la naturaleza santa de Dios a nosotros para santificarnos, es decir, para hacernos santos.
Esto explica nuestra experiencia después de ser salvos. Espontáneamente nos sentimos diferentes acerca de las cosas que solíamos hacer antes de recibir al Señor. Ya no queremos participar en actividades pecaminosas, y nos sentimos incómodos si lo hacemos.
Esta sensación incómoda no proviene de ningún tipo de regulación externa. Viene del Señor Jesús que vive en nosotros. Desde nuestro interior, el Señor nos da a conocer Su sentir acerca de las cosas y actividades mundanas, pecaminosas o inmundas en nuestra vida que no corresponden con Su naturaleza santa.
Cuando tenemos ese sentir de parte del Señor, no debemos ignorarlo. Continuar en tales cosas incluso después de saber que el Señor no las aprueba nos impedirá ser santificados. Pero si nos apartamos de esas cosas o actividades, permitimos que Él nos sature más con Su naturaleza santa.
Pasemos a ver la segunda manera en que podemos cooperar con el Señor para ser hechos santos.
2. Leer la Palabra de Dios
En Juan 17, el Señor Jesús oró al Padre. El versículo 17 dice:
“Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad”.
La Palabra de Dios es verdad. La Palabra como verdad nos alumbra y nos santifica. Por su resplandor, nos damos cuenta de lo que concuerda con la naturaleza santa de Dios y lo que no. Cuando acudimos a la Biblia con un corazón abierto, la Palabra nos ilumina y nos enseña a ser santos.
Por ejemplo, digamos que en su lectura de la Biblia llega a 1 Juan 2:15 y 16, que dicen:
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”.
Mientras usted lee, estas palabras lo alumbran e iluminan con respecto al mundo: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Bajo esta luz, percibe cómo Dios se siente acerca de su amor por un aspecto particular del mundo. La luz de la Palabra puede incluso iluminar la manera en que pasa su tiempo. Como resultado de este resplandor, puede orar algo así: “Señor, estoy de acuerdo con Tu Palabra. Apártame del mundo. Sálvame de amar al mundo. Sálvame de los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida”.
Muchos de nosotros sabemos por experiencia cuál es la diferencia en nuestra vida cristiana cuando leemos la Palabra de Dios regularmente en comparación con esporádicamente.
Lo que nos santifica no es una Biblia en nuestro estante, sino las palabras registradas en la Biblia brillando en nuestros corazones mientras las leemos. Cuanto más leemos la Palabra con oración y un corazón abierto, más santificados somos.
A fin de cooperar con el Señor para ser santificados, necesitamos leer diariamente la Palabra de Dios y no resistirnos o discutir con el resplandor que recibimos de Su Palabra. En cambio, debemos estar de acuerdo con él y permitir que la Palabra nos santifique.
Ahora llegamos a la tercera manera en que podemos cooperar con el Señor para ser hechos santos.
3. Limpiarnos de la contaminación
Hemos visto que Dios quiere que seamos santos. En 2 Corintios 7:1, el apóstol Pablo dijo:
“Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”.
Aquí, Pablo nos exhorta fuertemente a “perfeccionar la santidad en el temor de Dios”. Todos debemos tener un temor saludable de Dios, es decir, un temor de ofender al Dios que nos escogió y nos salvó. Este temor saludable nos anima a cooperar con el Señor para limpiarnos de la contaminación.
¿Cómo hacemos esto? Limpiarnos de toda contaminación requiere que tomemos ciertas acciones: no vamos a lugares que son inmundos a los ojos de Dios; dejamos de participar en actividades viles y pecaminosas; y nos deshacemos de cualquier cosa que poseamos que ofenda la naturaleza santa de Dios. Participar en actividades contaminadoras y poseer cosas inmundas y pecaminosas nos impiden ser hechos santos. Limpiarnos de toda contaminación es algo que Dios quiere que hagamos para que Él pueda continuar impartiéndose en nosotros, santificándonos.
El ambiente de ser hecho santo
Puede parecer difícil cooperar con el Señor de las maneras que hemos hablado. Podemos mirar nuestra condición o nuestra debilidad y desanimarnos.
Pero debemos recordar que el Señor vive en nosotros. Él está cerca de nosotros y disponible para ser nuestra vida y todo lo que necesitamos. Podemos hacer todas las cosas en Aquel que nos reviste de poder, incluyendo cooperar con Él para ser apartados para Dios y saturados con Él para ser hechos santos. Simplemente necesitamos volvernos a Él y contactarlo en nuestro espíritu.
Y también es alentador recordar que Efesios 1:4 termina con la frase en amor.
Leamos la nota 7 en la Versión Recobro sobre esta frase:
“El amor que se menciona aquí se refiere al amor con el cual Dios ama a Sus escogidos y con que Sus escogidos lo aman a Él. Es en este amor donde los escogidos de Dios llegan a ser santos y sin mancha delante de Él. Primero, Dios nos amó; luego, este amor divino nos inspira, como respuesta, a amarlo a Él. En tal condición y ambiente de amor, somos saturados de Dios para ser santos y sin mancha, como Él”.
Dios nos ama, y Su amor nos inspira a amarlo en retribución. Ser hechos santos por Dios tiene lugar en esta atmósfera de amor. Todos los días podemos experimentar de manera fresca su amor por nosotros, y podemos expresar nuestro amor por Él en retribución.
Cuando estamos en tal atmósfera de amor, cooperar con Su resplandor no es un deber seco para nosotros. Cuando decimos: “Señor Jesús, te amo”, cualquier resistencia a Él se desmoronará. No podemos evitar cooperar amorosamente con Él y dejar que Él se imparta más en nosotros.
En esta entrada, sólo hemos raspado la superficie de lo que es ser santo. Leer Efesios 1:4 con todas las notas que lo acompañan en el Nuevo Testamento Versión Recobro le ayudará a ver aún más sobre este tema. Si vive en los Estados Unidos, puede pedir una copia gratuita del Nuevo Testamento Versión Recobro aquí.