¿Cómo me consagro al Señor?
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Pídala ahoraEn entradas anteriores hablamos del significado crucial que tiene la consagración para nuestra vida cristiana. Vimos que la consagración significa ponernos en las manos del Señor y llegar a ser un sacrificio vivo. También vimos que el hecho de que Dios nos compró y Su amor para con nosotros son la base y poder motivador para que nos entreguemos a Él.
En esta entrada, hablaremos de cómo consagrarnos al Señor y cómo podemos vivir una vida de consagración.
Presentarnos a Dios es nuestro servicio a Dios
Cuando nos presentamos al Señor en consagración, Él tiene la libertad de hacer lo que quiera en nosotros y a través de nosotros. En realidad, la consagración es nuestro servicio al Señor. El apóstol Pablo dijo en Romanos 12:1:
“Así que, hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional”.
El gran amor de Dios para con nosotros nos motiva a presentarnos a Él. En el Nuevo Testamento Versión Recobro la nota 3 sobre compasiones en este versículo dice:
“En el griego las compasiones mencionadas aquí están en plural. Dios ha mostrado varias clases de compasión para con nosotros al elegirnos, llamarnos, salvarnos e introducirnos en Su vida para que disfrutemos Sus riquezas y lleguemos a ser Su expresión. Mediante estas numerosas compasiones como medio y poder motivador, el apóstol nos exhortó a presentar nuestros cuerpos a Dios para el cumplimiento del propósito de Dios”.
Cuando consideramos las muchas compasiones que Dios nos ha otorgado a lo largo de nuestras vidas, tanto antes como después de ser salvos, no podemos evitar ofrecernos a Él en consagración.
Consagrarnos voluntariamente al Señor después de ser salvos
En 1 Pedro 1:18-19 se nos dice:
“Sabiendo que fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero sin defecto y sin mancha”.
Cuando Cristo murió en la cruz, Él derramó Su propia sangre para redimirnos, o comprarnos. Esto significa que le pertenecemos a Él. Pero el Señor Jesús no nos obliga a entregarnos a Él. Él quiere que nos ofrezcamos a Él voluntariamente.
Nadie más puede hacer esto por nosotros. Cada uno de nosotros debe ofrecerse personalmente al Señor de una manera definida después de ser salvo.
No es necesario que tengamos un conocimiento profundo de la Biblia, entendamos todo acerca de ser cristianos o hayamos sido salvos por mucho tiempo antes de que podamos consagrarnos al Señor. De hecho, es mejor no esperar, sino entregarnos al Señor tan pronto como seamos salvos.
Orar para consagrarnos al Señor
Entonces, ¿cómo nos consagramos al Señor? Simplemente necesitamos pasar tiempo a solas con Él en oración íntima.
Durante este tiempo de oración personal, podemos abrirnos sin reservas al Señor y tener una transacción detallada con Él. Podemos entregarnos a nosotros mismos, nuestros deseos, planes, relaciones, posesiones y todos los aspectos de nuestras vidas a Él.
Cuanto más detallados seamos, más completa será nuestra consagración y más experimentaremos el gozo de pertenecer al Señor.
Orar con la Palabra de Dios para consagrarnos
También podría ser útil leer algunos versículos particulares en la Biblia y usarlos para orar y consagrarnos.
Por ejemplo, leamos 1 Corintios 6:19-20:
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo”.
Podemos usar las palabras de este versículo para orar algo así:
«Señor, no soy mío. Señor Jesús, te pertenezco porque Tú me compraste. ¡Oh Señor, gracias por pagar el precio más alto para comprarme! Soy Tuyo. Todo lo que tengo y todo lo que soy es Tuyo. Señor, te doy toda mi vida. Te doy mi tiempo, mi energía, mi educación, mi familia y mi trabajo».
También podemos leer y orar con las palabras en 2 Corintios 5:14:
“Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que uno murió por todos, por consiguiente todos murieron”.
Cristo manifestó Su gran amor por nosotros al morir por nosotros en la cruz. Pero ¿qué significa ser constreñido por el amor de Cristo? La nota 2 sobre este versículo en el Nuevo Testamento Versión Recobro provee una explicación vívida de esta experiencia:
“La palabra griega significa presionar … por todos lados, mantener … para un solo fin, limitar por fuerza, confinar dentro de ciertos límites con miras a un solo objetivo, encerrar en una sola línea y con un solo fin (como en un sendero estrecho y amurallado). (La misma palabra griega se usa en Lc. 4:38; 12:50; Hch. 18:5; Fil. 1:23). De esta manera los apóstoles eran constreñidos por el amor de Cristo y así obligados a vivir para Él”.
¡El amor de Cristo es verdaderamente un poder que nos constriñe! Hace que lo amemos a cambio, que nos entreguemos a Él y que vivamos para Él.
Con este versículo, podemos orar:
“¡Señor Jesús, gracias por Tu gran amor por mí! Gracias por morir en la cruz. Oh Señor, Tu amor para conmigo me constriñe a entregarme a Ti. Te entrego mi vida. Toma todos mis días. Toma todo mi futuro. Aquí estoy. Pongo todo en Tus manos. ¡Te amo, Señor Jesús!”.
Una vida de consagración
Por un lado, todos necesitamos consagrarnos a Dios de una vez por todas. Pero después de nuestra consagración inicial, deberíamos vivir una vida de consagración todos nuestros días.
Podemos hacer esto al practicar entregarnos al Señor todos los días. Cada mañana cuando nos despertemos, podemos decirle al Señor: “Señor Jesús, gracias por este nuevo día. Me ofrezco a Ti hoy”.
También podemos entregarnos al Señor de nuevo en momentos específicos de nuestra vida. Por ejemplo, si somos estudiantes, podemos entregarnos al Señor al comienzo de cada nuevo período escolar. O si conseguimos un nuevo trabajo o un ascenso, podemos orar: “Señor, te doy este nuevo trabajo. No es mío, sino Tuyo, porque te pertenezco”.
Cuando nos casemos, podemos ofrecer una consagración al Señor: “Señor, mi vida es Tuya. Te pertenezco. Te doy mi matrimonio”. En cualquier hito de este tipo, ya sea grande o pequeño, podemos aprovechar la oportunidad para presentarnos a Él y presentarle la nueva fase de nuestras vidas.
También podemos usar ciertos momentos, como el comienzo de un nuevo año, para ofrecernos a Él nuevamente. Al practicar consagrarnos diariamente y en momentos y fases específicas de nuestra vida, mantenemos fresca nuestra consagración al Señor.
Para aprender más sobre la consagración, puede leer estas entradas: ¿Qué es la consagración? y La base y la motivación para consagrarnos a Dios. Y si vive en los Estados Unidos, puede pedir una copia gratuita del Nuevo Testamento Versión Recobro aquí.
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