Tres problemas que sólo la sangre de Jesús puede resolver
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Pídala ahoraEn otras entradas, hablamos de cómo los creyentes en Jesucristo pueden tener la certeza plena de que son salvos y nunca podrán perder su salvación.
Cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador, fuimos perdonados y lavados de nuestros pecados. Pero aunque nuestra salvación es eterna, después de ser salvos todavía cometemos pecados. Desobedecemos a Dios o le fallamos en muchas situaciones en nuestra vida diaria.
Después de todo, 1 Juan 1:8, que fue escrito a creyentes, dice:
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”.
Cuando pecamos, esto resulta en tres problemas que involucran a tres partes: Dios, nosotros y Satanás. Veamos estos problemas y la única solución para cada uno: la sangre de Jesús.
1. Somos separados de Dios
Isaías 59:1-2 nos dice qué sucede entre nosotros y Dios cuando pecamos:
“No, no es demasiado corta la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado Su oído para oír. Pero vuestras iniquidades han venido a ser una separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros Su rostro, de modo que Él no os oye”.
Dado que Dios es santo y absolutamente justo, nuestros pecados nos separan de Él. No es necesario cometer un crimen grave para separarnos de Dios; incluso decir una pequeña mentira crea una barrera entre nosotros y Él. Sólo la sangre de Jesús puede remover esta barrera.
Solución: La sangre de Jesús nos limpia de todo pecado
Leamos lo que dicen 1 Juan 1:7 y 9:
“Pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado… Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”.
Podemos ser perdonados y limpiados de todo pecado por la sangre de Jesús. Esto elimina la separación entre nosotros y Dios.
Pero dése cuenta de que en estos versículos para que seamos perdonados, primero se requiere algo: debemos confesar nuestros pecados a Dios. Cuando confesamos, Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos porque la sangre de Jesús satisface todos los justos requisitos de Dios.
La nota 2 sobre el versículo 9 en El Nuevo Testamento Versión Recobro dice:
“Dios es fiel a Su palabra (v. 10) y justo con relación a la sangre de Jesús Su Hijo (v. 7). Su palabra es la palabra de la verdad de Su evangelio (Ef. 1:13), la cual nos dice que Él perdonará nuestros pecados por causa de Cristo (Hch. 10:43); y la sangre de Cristo ha satisfecho Sus justos requisitos para que Él pueda perdonar nuestros pecados (Mt. 26:28). Si confesamos nuestros pecados, Dios, conforme a Su palabra y con base en la redención efectuada mediante la sangre de Jesús, nos perdona porque Él tiene que ser fiel a Su palabra y justo con relación a la sangre de Jesús; de otro modo, Él sería infiel e injusto”.
A veces, después de confesar nuestros pecados a Dios, es posible que no nos sintamos perdonados. Pero nuestros sentimientos no determinan si somos perdonados; nuestro perdón se basa en la sangre de Jesús. Según la Biblia, si confesamos nuestros pecados a Dios, somos perdonados y tenemos el derecho de acercarnos a Él confiadamente. La separación es eliminada y podemos disfrutar de la comunión con Él una vez más.
2. Tenemos el sentimiento de culpa en nuestra conciencia
Otro gran problema creado por el pecado es el sentimiento de culpa en nuestro interior. Dios está satisfecho con la sangre de Jesús como pago por nuestros pecados, pero puede que el sentimiento de culpa nos acose. Esto se debe a que los pecados que cometemos dejan una mancha en nuestra conciencia. El sentimiento de culpa proviene de nuestra conciencia manchada.
Tener una conciencia culpable es un asunto serio. Todos sabemos el efecto miserable de una conciencia culpable. Y nada de lo que podamos hacer es capaz de borrar la mancha de nuestra conciencia.
Solución: La sangre de Cristo purifica nuestra conciencia
Pero la Palabra de Dios nos da la respuesta a este problema. Hebreos 9:14 nos muestra la única solución para una conciencia culpable:
“¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de obras muertas para que sirvamos al Dios vivo?”.
La misma sangre que requiere que Dios nos perdone también purifica nuestra conciencia y lava la mancha del pecado. ¡La sangre de Cristo es verdaderamente poderosa!
Si un sentimiento de culpa permanece después de confesar nuestros pecados, simplemente debemos permanecer firmes en la Palabra de Dios. Podemos orar, “Gracias, Señor Jesús, que por Tu sangre soy perdonado y limpiado. ¡Señor, Tu Palabra dice que Tu sangre incluso purifica mi conciencia! Gracias, mi pecado es completamente lavado por la sangre de Jesús”. Cuanto más permanezcamos firmes en la Palabra de Dios en lugar de confiar en nuestros sentimientos, más certeza tendremos de que la mancha en nuestra conciencia ha sido limpiada.
3. Somos acusados por Satanás
Después de haber tomado medidas con respecto a nuestros pecados ante Dios, puede que tengamos otro problema: un sentimiento en nuestro interior de acusación con respecto a nuestros pecados. Esta acusación puede convertirse en una nube gigante sobre nuestras cabezas, robándonos toda la paz. A pesar de que nos damos cuenta de que hemos sido perdonados por Dios y de que nuestra conciencia ha sido purificada, es posible que estemos preocupados por esa persistente acusación y continuemos culpándonos por lo que hemos hecho.
Este sentimiento puede llevarnos a confesar nuestro pecado a Dios nuevamente, haciéndonos pensar que nuestra confesión no fue suficientemente completa la primera vez, o que no nos lamentamos lo suficiente. Pero no importa cuántas veces confesemos el mismo pecado a Dios, las acusaciones simplemente no se van.
¿Por qué es eso? Es extremadamente importante ver de dónde provienen estas acusaciones. No son de Dios. Hemos visto que Dios está obligado por Su fidelidad y justicia a perdonarnos cuando confesamos. Las acusaciones tampoco provienen de nuestra conciencia. La sangre de Jesús purifica nuestra conciencia manchada de pecado.
Entonces, ¿de dónde vienen esas acusaciones? La Biblia nos dice que provienen de Satanás.
De hecho, en Apocalipsis 12:10 dice esto acerca de Satanás:
“Ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche”.
Satanás es el enemigo de Dios y nuestro acusador. Él pasa su tiempo acusando a los creyentes, incluso de día y de noche. Su objetivo es debilitarnos e incluso paralizarnos. Quiere privarnos de nuestro disfrute del Señor y de todo lo que Él ha hecho por nosotros. Si aceptamos sus acusaciones, nuestra comunión con Dios se verá estorbada y sufriremos una gran pérdida en nuestra vida espiritual.
Solución: Vencemos a Satanás por causa de la sangre de Jesús
Pero Apocalipsis 12:11 nos dice cómo tratar con estas acusaciones de Satanás:
“Y ellos le han vencido por causa de la sangre del Cordero”.
La nota 2 sobre este versículo en el Nuevo Testamento Versión Recobro es iluminadora:
“La sangre del Cordero, la cual nos redime, es la respuesta ante Dios a todas las acusaciones que el diablo tiene contra nosotros y nos da la victoria sobre él. Tenemos que aplicar esta sangre cada vez que el diablo nos acuse”.
Definitivamente necesitamos confesar nuestros pecados al Señor para ser perdonados y tener nuestra conciencia limpia de la mancha del pecado. Pero después de eso, si somos acosados por las persistentes acusaciones sobre ese mismo pecado, debemos tomar medidas adicionales. Tenemos que decir “¡NO!” a las acusaciones de Satanás y declararle la eficacia plena de la sangre de Jesús. Tenemos que apuntar a Satanás, el que nos acusa, a la sangre del Cordero.
En lugar de sucumbir a las acusaciones de Satanás, debemos rechazarlas. Cuando él nos acuse, simplemente deberíamos declarar: “Satanás, rechazo tus acusaciones. Mira la sangre de Jesús. ¡Dios está satisfecho con la sangre redentora de Cristo, mi conciencia está purificada con Su sangre limpiadora y tú eres derrotado por Su sangre vencedora!”.
Experimentar la sangre de Jesús
Al creer en y experimentar la eficacia de la sangre de Jesús, nuestro andar cristiano cambiará.
Nunca tenemos que permanecer separados de Dios, agobiados por el sentimiento de culpa o atormentados por las acusaciones de Satanás. Cuando pecamos, debemos confesar nuestros pecados, creer que Dios nos perdona y purga nuestra conciencia de la mancha de nuestro pecado, e incluso declarar a Satanás que hemos sido perdonados y limpiados por la sangre de Jesús. ¡La sangre de Cristo es verdaderamente preciosa!
Para aprender más sobre el poder de la sangre de Jesús, recomendamos leer el capítulo 3 titulado “La preciosa sangre de Cristo” en Elementos básicos de la vida cristiana, tomo 1, por Witness Lee y Watchman Nee. Puede descargar este libro gratis aquí desde cualquier parte del mundo.
Si usted vive en los Estados Unidos, también le recomendamos que pida una copia gratuita del Nuevo Testamento Versión Recobro para que pueda leer todos los versículos que hemos mencionado en esta entrada junto con sus notas útiles.
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