Un catedrático que enseñaba en una universidad muy reconocida en los Estados Unidos, usualmente preguntaba en su primera clase: “¿si pudieran hacerle una pregunta a Dios, qué le preguntarían?” Por lo general, los estudiantes contestaban que le pedirían dinero o cosas materiales, pero en una de esas ocasiones, un estudiante respondió: “Yo le preguntaría a Dios: ¿cuál es el propósito de mi vida?” Esto sucedió poco después del ataque terrorista contra los Estados Unidos del 11 de septiembre del 2001
En la ola de eventos cataclísmicos tales como el del 11 de septiembre, la violencia horrorosa en los recintos educacionales, los terremotos enormes, los huracanes mortales, los tsunamis devastadores y un desplome económico sin precedentes, las preguntas acerca de la vida que yacen en lo más profundo de nuestro ser comienzan a surgir.
Con el tiempo el trauma mengua y la vida, como debe ser, continúa. Nos mantenemos ocupados y como de costumbre, vamos en pos de estudios universitarios, deportes, una vida social activa y la plétora de actividades estudiantiles. No obstante, en los momentos que reflexionamos silenciosamente, si somos honestos con nosotros mismos, la gran pregunta nos atormenta: ¿cuál es el significado de mi vida?
Los estudiantes están asistiendo a las universidades en una era de liberación social sin precedente, de innovación tecnológica y acceso instantáneo a información. El Internet y los medios sociales hacen del mundo un lugar más reducido, más conectado. No obstante, la verdadera paz global elude a la humanidad mientras que las hostilidades aumentan en casi todos los continentes. La crisis económica constante, la guerra, las injusticias, los peligros ambientales y la violencia en la sociedad acosan al mundo moderno y nos hacen pensar: cual es el propósito de todo esto.
Ese estudiante que deseaba preguntarle a Dios acerca del propósito de su vida no es el único que permanece perplejo. ¿En dónde está la respuesta? Las instituciones estadounidenses de educación superior se destacan por abogar el ateísmo, el relativismo moral y una variedad de filosofías mundiales alucinantes. Esta atmósfera alienta a los estudiantes a investigar todo menos la Biblia, la cual de manera constante es despreciada y categorizada de obsoleta o ficticia. Aquellos que la leen, se les considera personas supersticiosas, ignorantes o intelectualmente débiles.
Sin embargo, es la Biblia la que proporciona la respuesta a la pregunta fundamental de la vida. La Biblia abre los misterios de Dios, del universo y de nuestra existencia. Nos muestra que Dios nos creó de una manera especial: como vasos para contenerle y expresarle. Tal como un guante está hecho en la forma de una mano con el único propósito de contener a la mano, nosotros también fuimos hechos a la imagen de Dios con el único propósito de contenerle y expresarle. No nos debe extrañar entonces, que participar en obras humanitarias, adoptar causas nobles o sumergirnos en el entretenimiento no puedan llenar el profundo vacío que hay en nuestro ser. No fuimos creados para estas cosas, pues en vez de sentirnos satisfechos, nos encontramos sin dirección, sin sentido e inútiles. Estamos vacíos y sin propósito hasta que Dios llega a ser nuestro contenido.
A fin de ser nuestro contenido, Dios se hizo hombre, Jesucristo. Jesucristo es Dios mismo quien vivió en esta tierra una vida perfecta y sin pecado. Él dio Su vida por nosotros al ser crucificado para redimirnos y lavar todos nuestros pecados. Y no solo eso sino que también resucitó de los muertos, y en la resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante. Y es por eso que ahora, como Espíritu vivificante, Él está en todas partes y, al igual que el aire, está disponible para todos y está dispuesto a entrar en cualquier persona que crea en Él. Cuando entra en nosotros, Él nos llena con Su persona como el contenido único, ya que por esta razón fuimos creados como vasos. Dios y nosotros somos el complemento perfecto. Nuestro vacío interno es llenado y llegamos a ser personas que tienen una vida llena de significado y con propósito al contener a Dios y expresarlo. Este es el significado de la vida humana.
Recibir al Señor Jesús es el comienzo para hallar el significado de nuestra vida. Él está contigo mientras lees este folleto y desea entrar en ti. Lo puedes recibir abriendo tu corazón en oración ahora mismo, diciéndole:
“Señor Jesús, gracias por haberme hecho como un vaso para contenerte. Gracias por morir por mí. Señor, perdona todos mis pecados. Yo creo en Ti y te recibo. Señor Jesús, entra en mí. Gracias por llenarme con Tu persona misma. Amén”.