Desde que usted creyó en el Señor Jesús y recibió Su vida, ¿ha intentado vivir una vida sin pecado, sólo para ser decepcionado? Mientras más intenta, menos éxito tiene. Es posible que usted haya dudado de su salvación, o que haya pensado que la ha perdido. No se preocupe, una vez que usted es salvo, lo es eternamente. Pero es posible que todavía tenga una pregunta: “Si soy cristiano, ¿por qué no puedo dejar de pecar?”
En esta entrada veremos algunas porciones de varios escritos de Watchman Nee, y veremos cómo conocer la diferencia entre el pecado y los pecados nos puede librar de ambos en nuestra experiencia.
¿Por qué peco todavía?
Aunque somos salvos, todavía somos humanos y poseemos la naturaleza pecaminosa. En el huerto de Edén Adán y Eva recibieron la naturaleza pecaminosa cuando cayeron. Esta naturaleza pecaminosa fue pasada a sus hijos y de ahí a toda la raza humana. Por lo tanto, todos tenemos tal naturaleza en nosotros. Romanos nos dice que como resultado de esto, todos hemos sido constituidos pecadores. En su libro El evangelio de Dios Watchman Nee dice:
“Un hombre no se hace pecador porque cometa pecados; más bien, él peca porque es un pecador”. (pág. 28)
Nosotros los descendientes de Adán tenemos el pecado morando en nuestros cuerpos, haciéndolos carne, la cual permanecerá con nosotros mientras vivamos en estos cuerpos. Debido a esto, tenemos la naturaleza de un pecador y estamos propensos a cometer pecados. Aún después de ser salvos, cometer pecados sigue siendo nuestro dilema.
En La fe cristiana normal Watchman Nee explica esto al hablar acerca de nosotros como una fábrica que produce el pecado: “La vida del hombre es como una fábrica de pecado que diariamente manufactura cientos de productos” (pág. 124). Quizás hemos intentado una y otra vez de abstenernos para no cometer pecados, pero la fábrica sigue produciendo. Nuestros fracasos nos hacen que nos preguntemos: “¿Qué estoy haciendo mal? ¿Hay algo más que está tomando lugar dentro de mí?” En El evangelio de Dios Watchman Nee nos explica por qué sucede esto:
“La razón por la que pecamos es que hay una ley dentro de nosotros. Nos dirige constantemente a los pecados exteriores. Este pecado está en singular en la Biblia. No denota nuestra conducta; más bien, denota nuestra naturaleza. Este pecado está en nuestra naturaleza, y necesitamos ser libres de eso”. (pág. 18)
Cometemos pecados debido a que tenemos la naturaleza de un pecador. Fácilmente podemos entender esto al observar a nuestros hijos. No se les tiene que enseñar a mentir; ellos mienten de forma espontánea debido a que ellos nacieron con la naturaleza pecaminosa. Nuestra naturaleza pecaminosa es la que causa nuestros pecados.
No obstante, ¿Acaso esto significa que podemos usar esto como una excusa y decir que puesto que nacimos con esta naturaleza pecaminosa no podemos evitar cometer pecados? Ciertamente este no es el caso. Nee, en sus libros, señala la provisión de Dios para con nosotros respecto tanto a los pecados que cometemos externamente como a nuestra naturaleza pecaminosa interna.
La provisión de Dios para los pecados que cometemos
El problema de nuestros pecados solamente puede ser resuelto por medio de la preciosa sangre de Cristo. Cuando confesamos nuestros pecados, Dios nos perdona y nos lava, y nuestra comunión con el Señor es recobrada. Sin embargo, ¿qué sucede si después de confesar nuestros pecados al Señor no nos “sentimos” limpios? Debemos recordar que el Señor ya derramó Su sangre por nosotros. Sin embargo, también debemos tener en cuenta que la sangre que el Señor derramó fue primeramente para satisfacer los requisitos de Dios. Esto es lo que sucedió en el libro de Éxodo, cuando los israelitas rociaron la sangre del cordero pascual en los postes y dinteles de sus puertas. En El evangelio de Dios, Watchman Nee habla acerca de esto, diciendo:
“La sangre servía para que Dios la viera. No era para que el primogénito la viera. El primogénito no necesitaba ver la sangre; ellos permanecían en las casas. La sangre servía para satisfacer los requisitos justos de Dios…. Dios vino y trató con nuestros pecados. El Señor Jesús ha satisfecho los requisitos justos de Dios para que podamos recibir la substitución del Señor Jesús”. (págs. 123-124)
La sangre de Cristo es suficiente para limpiar todos nuestros pecados. Esto es un hecho objetivo, algo que se testifica en la Palabra de Dios. La sangre de Cristo satisface los requisitos de Dios por nuestros pecados; esto no tiene ninguna relación con nuestros sentimientos subjetivos sobre nuestros pecados. Partiendo de este hecho objetivo, como Nee lo dice, podemos proclamar con valentía: “Hemos pecado, pero Su sangre nos limpia de todo pecado” (La iglesia gloriosa, pág. 91).
La provisión de Dios para nuestra naturaleza pecaminosa
Ahora que ya sabemos que la sangre de Cristo es la provisión de Dios para nuestro problema de los pecados, ¿cómo podemos ser liberados de nuestra naturaleza interna pecaminosa, es decir, del viejo hombre? En La fe cristiana normal Watchman Nee señala el antídoto:
“No hay alternativa para nuestro viejo hombre más que morir. No queda otra opción. Sin embargo, morir no es algo sencillo. Dios nos ha incluido en Cristo y después lo crucificó en la cruz. Cuando Cristo murió en la cruz, todos nosotros estábamos incluidos. Desde ese momento en adelante, ya no éramos más nosotros, ya no existíamos más. Nosotros nunca nos crucificaríamos ni podemos hacerlo. Nuestra crucifixión junto con Él terminó con el viejo hombre. Esta es la solución básica al problema del pecado”. (pág. 129)
¿De qué manera se lleva a cabo esto en nuestra experiencia diaria? En Los hechos, la fe y nuestra experiencia, Watchman Nee nos presenta tres versículos en Gálatas 5: “Pero los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias”. “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el espíritu”. “Digo, pues: Andad por el Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos de la carne” (vs. 24, 25, 16). Nee luego nos dice lo siguiente:
“Estos tres versículos nos muestran dos maneras de vencer la carne, o sea, la naturaleza pecaminosa, la vieja naturaleza, la naturaleza adámica. De hecho, ambas maneras no son sino dos aspectos o fases de un mismo método: la cruz y el Espíritu Santo conforman la única manera en la que podemos vencer la naturaleza pecaminosa”. (pág. 141)
Más adelante, él dice: “Si andan por el Espíritu Santo, podrán crucificar continuamente la carne. De otro modo, la carne les causará sufrimiento. Andar en el Espíritu significa confiar calmadamente en el Espíritu Santo para todo” (pág. 144).
Andar en el Espíritu es vivir, dirigir y tener todo nuestro ser por el Espíritu quien vive en nuestro espíritu humano. Mientras hacemos esto, la cruz espontáneamente es aplicada a nosotros y al igual que Pablo también podemos decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí ” (Gá. 2:20). Día tras día mientras aprendemos a ejercitar nuestro espíritu para contactarlo y andamos por nuestro espíritu, le permitimos tratar con nuestro problema interior del pecado de una forma personal y práctica.
Para un estudio con más profundidad acerca de este tema, le recomendamos que lea la versión en inglés de The Normal Christian Life (La vida cristiana normal) por Watchman Nee, el cual puede solicitar gratuitamente en nuestra página de pedidos. Todos los libros citados en esta entrada están disponibles para leer gratuitamente en línea en librosdelministerio.org.