Cómo leer la Biblia

En este artículo hemos incluído citas y pasajes útiles de la obra de Watchman Nee y Witness Lee a fin de dar sostenimiento y comprensión respecto a cómo leer la Biblia.

Hemos recibido dos regalos valiosos de parte de Dios: Su Palabra y Su Espíritu. La Palabra nos revela a Dios a fin de conocerle, y el Espíritu nos transmite a Dios a fin de que lo poseamos. El Espíritu sin la Palabra es intangible, mientras que la Palabra sin el Espíritu es simplemente letra. La Palabra de Dios hace que el Espíritu intangible sea sustancial para nosotros y el Espíritu de Dios hace que la Palabra de Dios sea viviente para nosotros. La Biblia nos da a conocer las cosas relacionadas al Espíritu, y el Espíritu hace real para nosotros las cosas que hay en la Biblia. Tanto la Palabra de Dios como el Espíritu de Dios son uno.

Segunda de Timoteo 3:16 dice: “Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios”, lo cual indica claramente que la Palabra de Dios es Su Espíritu exhalado. Por consiguiente, la manera más lógica de recibir la Palabra de Dios es inhalar el Espíritu que está incorporado en la Palabra exhalada. Debido a que esta palabra está corporificada en el Espíritu y el Espíritu se recibe por medio de la Palabra, el requisito más básico y crucial al leer la Biblia, es ejercitar nuestro espíritu regenerado para contactar al espíritu que está en ella.

“Juan 6 dice que las palabras del Señor son espíritu, por lo cual tenemos que leerlas en el espíritu. Es decir, solamente podemos tocar las cosas espirituales con el espíritu.

La Biblia no es solamente un libro compuesto de palabras o letras impresas. La Biblia misma es espíritu. Por esta causa, todo el que la lee debe acercarse a ella y leerla con el espíritu”.1

“Esto indica que necesitamos recibir la palabra de Dios por medio de toda oración y petición. Necesitamos orar para recibir la palabra de Dios”.2

La manera de leer la Biblia no es por un método en particular, sino por la oración. Por medio de la oración es que ejercitamos el espíritu. Cuando oramos de forma apropiada, ejercitamos nuestro espíritu, estamos en espíritu y tocamos al Espíritu divino. Puesto que el mismo Espíritu que mora en nosotros también es aquel que está en las Escrituras, cada vez que leemos la Palabra con un espíritu en oración, disfrutamos las riquezas, somos alumbrados y nos apropiamos del poder en la Palabra viva de Dios. De esta manera, la Biblia deja de ser para nosotros simplemente un libro de historia, ética, doctrinas o profecías y llega a ser mejor dicho, una fuente de suministro espiritual.

Tanto la Palabra como el Espíritu son Cristo mismo. Él es la Palabra eterna (Jn. 1:1, 14) y es llamado la Palabra de Dios (Ap. 19:13), y en la resurrección Él se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45, 2 Co. 3:6). Por consiguiente, Cristo es la realidad de la Palabra y la Persona del Espíritu. Cada vez que abrimos la Biblia debemos estar conscientes de que nos acercamos a Él; no solamente estamos leyendo Su Palabra, sino también teniendo comunión con Él como la Palabra.

En cierta ocasión, el Señor Jesús reprendió a los judíos por escudriñar las Escrituras sin venir a Él para que tuvieran vida (Jn. 5:39-40). Su mensaje era claro: leer la Biblia sin venir al Señor mismo es una búsqueda vacía. Por más preciosa que Su Palabra sea, obtener solo el conocimiento de la Palabra, nunca debe reemplazar que podamos recibir a Cristo como vida en la Palabra.

Aunque es necesario que leamos la Palabra de Dios principalmente para que nuestro ser sea nutrido y no para satisfacer nuestro intelecto, es preciso que apliquemos nuestra facultad mental que ha sido renovada (una mente gobernada por el Espíritu) para entender las Escrituras. A través de los siglos, las verdades divinas en la Biblia, las cuales se asemejan a tesoros escondidos, solamente podían ser vistas por aquellos que se esforzaban en estudiar la Palabra libro por libro, pasaje trás pasaje, verso por verso e incluso, palabra por palabra. A medida que cada uno de ellos se apoyaba en los hombros de los expositores anteriores de las Escrituras, con un espíritu de sabiduría y revelación, miraron algo más profundo e interpretaron los misterios de Dios, Cristo, el Espíritu, la vida, los creyentes, la iglesia, el reino y la Nueva Jerusalén.

Nosotros como creyentes, debemos seguir su ejemplo y Leer la Palabra de forma regular y minuciosa con entendimiento a fin de que el deseo de Dios nuestro Salvador de llegar al pleno conocimiento de la verdad se cumpla (Ti. 2:4). Debemos familiarizarnos con la Biblia por medio de leerla y aprender su contenido por completo en todo su anchura y profundidad.

Por lo tanto, para que podamos obtener los mejores beneficios de nuestra lectura bíblica, es preciso que cumplamos lo siguiente:

  • Ejercitar nuestro espíritu en la oración cada vez que acudamos a la Palabra a fin de recibir el Espíritu.
  • Amar al Señor quien es la Palabra y quien habló la Palabra.
  • Usar nuestra mente para comprender los hechos, significados, interpretaciones y las cosas importantes de la Palabra.
  • Estar listos para prestar atención al hablar del Espíritu y obedecer las verdades en la Palabra.
  • Leer una porción fija de forma consistente y a diario.

El lector

Es probable que ni nos demos cuenta que nosotros mismos somos la causa de lo que percibimos cuando leemos la Palabra. A fin de entender realmente lo que la Biblia dice, nuestro ser interior (nuestros pensamientos y especialmente nuestro espíritu),tiene que estar bien. Las siguientes observaciones por Watchman Nee se relacionan al tema del lector de la Palabra.

Respecto a los pensamientos del lector:

“Al estudiar la Biblia debemos cumplir por lo menos dos requisitos. Primero, nuestros pensamientos deben compenetrarse con los pensamientos de la Biblia; y segundo, nuestro espíritu se debe compenetrar con el espíritu de la Biblia. Debemos identificarnos con la línea de pensamiento que tuvieron sus escritores, hombres como Pablo y Juan, entrar en sus pensamientos, y desarrollar la línea que ellos comenzaron. Debemos hacer nuestros los pensamientos que los inspiraron a ellos, seguir sus razonamientos y detenernos en las mismas enseñanzas que ellos. Nuestros pensamientos deben acoplarse a los de ellos como si fueran dos piñones que engranan perfectamente. Nuestros pensamientos deben penetrar el pensamiento de Pablo y el de Juan. Cuando nuestra mentalidad se compenetra con el pensamiento bíblico y se hace uno con la inspiración divina podemos entender lo que la Biblia revela”.3

Respecto al espíritu del lector:

“Al estudiar la Biblia nuestros pensamientos deben compenetrarse con los de los escritores bíblicos y con los del Espíritu Santo, pero éste es sólo el primer paso. Si no damos este paso no podemos estudiar la Biblia; no obstante, aun después de darlo es posible leer la Biblia incorrectamente. La Biblia consta de pensamientos o enseñanzas, pero su aspecto más importante es que el Espíritu de Dios es liberado por medio de ella. Esta fue la experiencia que tuvieron Pedro, Juan, Mateo, Marcos y los demás escritores. Mientras estos hombres escribían bajo la inspiración del Espíritu Santo, seguían un delineamiento específico; con todo, sus espíritus iban ligados a la inspiración que recibían del Espíritu Santo. El mundo no puede entender que el Espíritu está detrás de la Escritura. Cuando el Espíritu es liberado es como si los profetas mismos estuvieran vivos y se dirigieran a nosotros una vez más. Si los oímos hoy, vemos que lo que dicen no sólo consta de palabras e ideas, sino de algo más, algo misterioso e inexplicable, que sabemos, en lo más recóndito de nuestro ser, es el Espíritu. Así que la Biblia es más que palabras; es la liberación del Espíritu. Por lo tanto, el requisito más básico y crucial al estudiar la Biblia es liberar nuestro espíritu para tocar el espíritu que está en ella. Sólo así podremos entender realmente la Palabra de Dios”.4

Distintas maneras en tiempos distintos

Debemos tener dos tiempos distintos para leer la Biblia. Un tiempo debe de ser en la mañana, en el cual debemos meditar en la Palabra, alabar y orar mientras leemos. La meta de este tiempo de lectura es recibir el alimento espiritual y fortalecer nuestro espíritu. El otro tiempo de leer la Palabra puede ser a cualquier hora del día y es con el propósito de entender y aprender más acerca de la Palabra de Dios. Es bueno tener dos biblias, una para usarse en cada tiempo. La Biblia para el primer tiempo no debe tener notas para que de esa manera podamos ser inspirados, [pero] la segunda Biblia puede tener nuestras anotaciones y signos a medida que estudiamos la Biblia de forma detallada.5

Meditar en la Palabra para recibir el alimento espiritual

En el pasado, el pueblo de Dios se benefició de tener estos dos tipos de tiempo en la Palabra. A continuación, George Muller describe su experiencia sobre meditar en la Palabra:

“A partir de entonces, empecé a dedicarme a meditar sobre el Nuevo Testamento desde el comienzo, temprano en las mañanas. Lo primero que hacía después de pedirle al Señor que bendijera Su preciosa Palabra, era meditar sobre ella buscando en cada versículo para obtener de ellos bendición, no con miras a ministrar la Palabra en público, ni con el fin de predicar sobre lo que había meditado, sino con el fin de alimentar a mi alma. Después de algunos minutos, el resultado era que mi alma siempre era conducida a confesar mis pecados, a dar gracias, a interceder o a suplicar, pese a que mi propósito era más bien meditar que orar. Sin embargo, al meditar sobre la Palabra de Dios, ello me conducía de inmediato a la oración y me encontraba por momentos confesando mis faltas o intercediendo o haciendo súplicas o dando gracias. Luego, proseguía yo al siguiente versículo, haciendo de éste una oración por mí o por otros, a medida que leía la Palabra de Dios, siempre teniendo en cuenta que el objetivo de mi meditación era alimentar mi alma. Como resultado de ello, surgía la confesión, el agradecimiento, la súplica o la intercesión, mezclada con mi meditación, y mi hombre interior casi siempre era en gran manera nutrido y fortalecido. Cuando iba a desayunar, con raras excepciones, me encontraba en paz, y muchas veces con felicidad de corazón…

Y aún ahora, desde que Dios me enseñó esto, es muy claro para mí que lo primero que un hijo de Dios debe hacer cada mañana es procurar alimento para su hombre interior. Así como el hombre exterior no puede trabajar por mucho tiempo a menos que se alimente, siendo esto una de las primeras cosas que hacemos en la mañana, así también sucede con nuestro hombre interior. Todos nosotros debemos tomar el alimento con ese propósito; pero, ¿cuál es el alimento para el hombre interior? No es la oración sino la Palabra de Dios, y tampoco es la simple lectura de la Palabra que pasa por nuestras mentes como el agua por la tubería, sino aquella lectura en la cual reflexionamos en lo que hemos leído, meditamos sobre ello y lo aplicamos a nuestros corazones…”6

Estudiar la Palabra

Es necesario que ejercitemos nuestra mente para estudiar y entender la Biblia. Sin embargo, incluso cuando estudiamos la Palabra, debemos darnos cuenta que la Palabra y el Espíritu son uno. Nuestra meta no es entender la letra de la Biblia; más bien, cada vez que leemos debemos esforzarnos por tocar y recibir el Espíritu en la Palabra.

1. Leer con entendimiento y sabiduría

Para poder comprobar los hechos en la Biblia es preciso que leamos y estudiemos la Biblia en oración. Por lo tanto, cuando leemos la Biblia, nuestro espíritu debe ser la parte dominante de nuestro ser. No es necesario que nos preparemos de forma extensa o produzcamos algo extenso que provenga de nuestra lectura de la Palabra. A veces hacer una oración breve en la que le pidamos al Señor que nos lave con Su sangre a fin de que podamos acudir libremente a Él en la Palabra para recibirle, es suficiente para ser introducidos a tener un contacto genuino con Él por medio de la Palabra.

Debemos leer la Biblia con entendimiento y sabiduría. En otras palabras, el entendimiento se relaciona con captar las palabras de la Biblia con nuestra mente. Este es un pre requisito fundamental para recibir la revelación de la Palabra. De modo que, la cantidad de hablar y revelación que recibamos del Señor debe equivaler a la diligencia que aplicamos al comprender la letra de la Biblia. Además, familiarizarnos con los hechos en la Biblia es como acumular un capital para nuestras experiencias futuras de la vida divina. Witness Lee nos dice lo siguiente:

““Al leer la Biblia, debemos primero usar el entendimiento de nuestra mente para comprender su texto, el cual está escrito en lenguaje humano, y conocer su significado”.7

El libro de Lee El pleno conocimiento de la Palabra de Dios enumera varias directrices para entender la Biblia:

  • [Debemos] entender la Palabra de Dios literalmente.
  • Debemos ir más allá de la letra, los acontecimientos históricos, y las personas y las cosas a fin de explorar y recibir la revelación de vida.
  • Debemos prestar atención al contexto.
  • Debemos explicar la Palabra de Dios con la Palabra de Dios.
  • [Debemos] aprender de los santos de épocas pasadas.
  • [Debemos] comer, beber e inhalar el Espíritu y la vida contenidos en la Palabra de Dios.8

Leer la Biblia con sabiduría implica aprehender la verdad que hay en la Biblia con nuestro espíritu. Esta sabiduría no es nuestra sabiduría natural sino la sabiduría que obtenemos por medio de la oración. Es más profunda y elevada que el entendimiento de nuestra mente.

“No podemos recibir la revelación divina por medio de las ideas imaginativas. Al contrario, la recibimos por el espíritu de sabiduría y de revelación, mencionado en Efesios 1:17. Este espíritu es el espíritu mezclado, el Espíritu divino mezclado con el humano. Gracias a Dios que hoy en el universo existen no sólo el Espíritu divino y el espíritu humano, sino también el espíritu mezclado. Dios y el hombre se pueden mezclar como un solo espíritu (1 Co. 6:17). Básicamente, se recibe la revelación por el espíritu mezclado, es decir, por el Espíritu divino que mora en el espíritu humano. Este espíritu mezclado se llama el espíritu de sabiduría. Esto tiene como fin que entendamos. Si tenemos una revelación, necesitamos la sabiduría para interpretarla y entenderla”.9

2. Entender el texto

Nuestra lectura de la Biblia debe ser completa y profunda; por consiguiente, debemos ser consistentes en nuestra lectura y para esto es preciso que tengamos un horario.

“Todo creyente debe tener un plan definido para estudiar la Biblia. Si usted sólo puede dedicar media hora diaria, hágase un plan de estudio de la Biblia de media hora al día; si puede dedicar una hora diaria, hágase un plan acorde con el tiempo del que dispone. Hágase un plan de estudio de la Biblia que se acomode a su horario. La manera menos provechosa de leer la Biblia es la basada en “la inspiración”, o sea, tener una lectura imprevista y ocasional, que comienza en la página que a uno se le ocurre en el momento; en ocasiones uno lee con avidez durante diez días y luego deja de leer los siguientes diez días. Este no es un buen método y no debemos adoptarlo. Cada uno debe tener un plan específico de lectura y ser disciplinado y estricto en seguirlo”.10

Para entender el texto, debemos también interpretar apropiadamente los tipos, sombras y figuras en la Biblia. Además, debemos aprender a usar las herramientas de referencia para definir las palabras y explicar las estructuras gramaticales, y también debemos tener algo de conocimiento de los idiomas originales de la Biblia: griego y hebreo.

Recibir la Palabra

Es un hecho glorioso que Dios está accesible y es transmisible a nosotros como el Espíritu incorporado en la Palabra, no obstante, si no ejercitamos nuestro espíritu para contactar al Espíritu en la Palabra este hecho permanecerá de forma objetiva para nosotros.

“Por lo tanto, al leer la Biblia, después de haber entendido el significado del texto con nuestro entendimiento y haber comprendido la verdad del texto con nuestra sabiduría, debemos usar nuestro espíritu mediante la oración para recibir las verdades de la Escritura en la parte más profunda de nuestro ser, esto es, en nuestro espíritu. En otras palabras, después de haber entendido el texto y haber recibido la verdad que contiene, todavía debemos ejercitar nuestro espíritu para convertir en oración lo que hemos entendido y comprendido a fin de que la verdad sea asimilada en nuestro espíritu y así llegue a ser nuestro suministro de vida y la base de nuestra experiencia espiritual”.11

“En nuestra experiencia, el Verbo se convierte en el Espíritu. Un ejemplo de esto es la manera en que encendemos un cerillo. La cabeza del cerillo está hecha de fósforo, por eso se enciende al friccionarla correctamente. ¿Son la llama y el fósforo dos cosas distintas? No, la llama es simplemente la combustión del fósforo. De la misma manera, el Espíritu es la ‘combustión’ del Verbo. Cuando experimentamos esta combustión, el “fuego” nos hace ‘arder’. La acción de arder corresponde a la fe”.12

La manera en que podemos ejercitar nuestro espíritu para recibir el Espíritu en la Palabra

1. Orar y hacer petición

Según la Biblia, es necesario que oremos para recibir la Palabra de Dios. Al ejercitar nuestro espíritu por medio de la oración, tocamos y recibimos el Espíritu contenido en la Biblia.

“Y recibid el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu, y para ello velando con toda perseverancia y petición por todos los santos”.—Efesios 6:17-18

“La manera de transferir Cristo al Espíritu como la Palabra, es que abramos nuestro corazón y espíritu, y lo ejercitemos para orar”.13

2. Hablar y cantar

Por medio de hablar y cantar la Palabra, podemos ser llenos en espíritu. Dios es un Dios que fluye y nos llena, y por medio de entrar en la Biblia a diario, podemos disfrutar este fluir.

“Por tanto, no seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos en el espíritu, hablando unos a otros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones”.—Efesios 5:17–19

3. Enseñar y exhortar

El apóstol Pablo, exhortó a los creyentes colosenses que permitieran que la palabra de Cristo habitará en ellos ricamente. La manera de permitir que la palabra del Señor more en nosotros ricamente es por medio de enseñar, exhortar y cantar.

“La palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios”.—Colosenses 3:16

4. Guardar y obedecer

La verdad solamente puede ser parte de nosotros al leerla y experimentarla. A medida que profundizamos en la verdad contenida en la Palabra, recibimos la revelación para verla y somos equipados para guardarla.

“Respondió Jesús y le dijo: Él que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”.—Juan 14:23

“Pero el que guarda Su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; en esto sabemos que estamos en Él”.—1 Juan 2:5

5. Mezclar la palabra con la fe

Para recibir el Espíritu contenido en la Palabra, es necesario que oremos y hagamos petición con el Espíritu, hablar y cantar con el Espíritu, enseñar y exhortar con el Espíritu; y guardarlo y obedecerlo. También, debemos ejercitar nuestro espíritu para mezclar la Palabra con la fe. Esto es así de sencillo como decir: “Amén” a la Palabra de Dios, incluso cuando no la entendamos.

“Pues, también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva lo mismo que a ellos; pero no les aprovechó la palabra oída, por no ir mezclada con la fe en los que la oyeron”.—Hebreos 4:2

Si no tuvo la oportunidad de leer nuestra última serie especial, “La historia de la Biblia”, aquí puede encontrar la primera entrada.

REFERENCIAS ADICIONALES

Estudio-vida de la Biblia, un comentario de cada libro de la Biblia; un compañero excelente para la Santa Biblia Versión Recobro. Léalo gratuitamente en línea.

Todos los versículos mencionados o citados en esta entrada son de la Santa Biblia Versión Recobro, publicada por Living Stream Ministry, a menos que se especifique lo contrario.


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