Mientras me acomodaba en el asiento y observaba que el avión se llenaba rápidamente, supe que mi vuelo iba a ser incómodo. Mi compañero de asiento aún no llegaba así que aún tenía la esperanza de que me dejarían en paz para soportar las siguientes tres horas. Cuando pensaba que tendría a mi disposición tres asientos para estirarme, un joven se deslizó al asiento de al lado y me dijo que su nombre era Justin y que se disculpaba de antemano puesto que cada vez que viajaba por avión hablaba de forma nerviosa.
Me contó que servía en el Cuerpo de Marina de los Estados Unidos y que había servido en varios viajes al extranjero. Me enteré de su entorno actual, lo que estudia en la escuela, algunas cosas relacionadas con su entorno familiar y sus opiniones acerca de la vida después de haber estado en el ejército. También me contó que padece de ansiedad debido a su experiencia en el extranjero.
Lo escuche con lujo de detalle y tras una breve pausa me preguntó qué estaba haciendo en California. Le dije que era miembro del personal de Bibles for America y también le dije lo que hacemos. Le escribí el sitio web para que así solicitara una Biblia gratuita. Puso la información en su cartera, pero no se miraba que estuviera muy interesado en solicitarla. Sus sentimientos hacia Dios habían cambiado a través de los años. Creció observando la tradición católica y mientras estaba en la guerra muchas veces clamó a Dios, pero ya no estaba seguro en qué creer. Me contó que en estos últimos meses se despierta a media noche con una ansiedad y un pensamiento que pasa por su mente:
“¿Cuál es el propósito de mi vida?”
Inmediatamente pensé en “El misterio de la vida humana”, el primer capítulo del primer tomo de Elementos básicos de la vida cristiana. Le dije a Justin que él experimenta estas molestias en la noche porque Dios tiene un plan, y este plan involucra al hombre. Le dije que su persona no sólo se compone de un cuerpo y un alma; él es un vaso tripartito creado a la imagen de Dios y que la parte más profunda de su ser, su espíritu, está buscando algo. También le dije que al igual que un guante tiene un sólo propósito, el de contener la mano, él también tiene un sólo propósito: contener a Dios.
Justin pudo recordar varias misiones que tuvo en Irak y Afganistán donde pudo haber resultado herido o hasta morir, pero escapó sin ningúna marca. Le hize saber a Justin que él sí tenía una marca, y que esta marca la tenía desde antes de la fundación del mundo. Le dije que Dios lo había apartado y que sus sentimientos de intranquilidad, al preguntarse siempre sobre la vida, se debían a que él había sido predestinado por Dios.
Seguimos conversando de esta manera por mucho tiempo. Finalmente Justin se paró para estirar sus piernas y cuando regresó a su asiento él estaba muy emocionado. Me contó que en su vuelo anterior un hombre le había hablado acerca de Dios, y mientras conversaba con la auxiliar de vuelo en la parte trasera del avión, ella le compartió el evangelio. Con un aire de asombro me dijo que se dio cuenta de que algo realmente estaba sucediendo y comenzaba a atar cabos. El avión aterrizó en ese momento así que no pudimos seguir conversando. Sin embargo, tengo la certeza que durante nuestras tres horas de vuelo, Justin comenzó a entender el misterio de su vida humana. Quizás no recibió al Señor en ese momento, pero de lo que sí se dio cuenta es de la presencia que tiene Dios en su vida.
Justin no fue el único que fue impactado en el avión. Yo también experimenté el mover de Dios dentro de mí. Comencé el vuelo como un viajero molesto, esperando escapar cualquier tipo de conversación. Pero al final del vuelo tenía una sonrisa y le agradecí a Dios por poner a Justin a mi lado. El misterio de nuestra vida humana va más allá de la salvación inicial. Dios desea tener una relación con nosotros de por vida que comience con nuestro espíritu. A través de nuestro contacto diario con Dios, Él se extiende por todo nuestro ser. Definitivamente, el Señor obtuvo más terreno en mi corazón en este vuelo.