¿Qué significa ser de corazón puro?

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El Sermón del monte, el nombre tradicional de lo que Jesús habló en los capítulos 5-7 de Mateo, comienza con nueve bendiciones conocidas como las bienaventuranzas. Estas bendiciones están llenas de significado para nuestra vida cristiana hoy.

En una entrada anterior, hablamos del significado de la primera bendición registrada en Mateo 5:3, “Bienaventurados los pobres en espíritu”.

En esta entrada, exploraremos el significado de otra bendición. Mateo 5:8 dice:

Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios”. 

El significado de corazón puro

Primero veamos qué significa ser de corazón puro. La nota 1 sobre corazón puro en Mateo 5:8 en la Versión Recobro es muy útil. La primera parte explica:

“Tener un corazón puro es tener un solo propósito, esto es, tener como única meta hacer la voluntad de Dios para Su gloria (1 Co. 10:31). Se tiene un corazón así para el reino de los cielos”. 

Cuando tenemos un solo propósito y una sola meta para la gloria de Dios, somos de corazón puro.

Ahora leamos 1 Timoteo 1:5:

“Pues el propósito de esta orden es el amor nacido de un corazón puro”. 

La nota 3 sobre este versículo en la Versión Recobro dice:

“Un corazón puro es un corazón sencillo y sin mixtura, un corazón que sólo busca al Señor y toma al Señor como la única meta”.

Aquí nuevamente vemos que un corazón puro es uno que es sencillo, sin ningún tipo de mixtura.

Una sustancia es pura sólo cuando no es mezclada con ningún otro material. Por ejemplo, un anillo de oro puede describirse como oro puro si el anillo no tiene ningún otro elemento además del oro. Pero si es oro junto con algo más, no es puro; es una aleación, o una mixtura.

Ser de corazón puro significa que nuestro corazón no busca otra cosa sino sólo al Señor Jesús. Significa que lo tomamos a Él como la única meta de nuestra vida.

¿Por qué necesitamos ser de corazón puro?

La siguiente parte de la nota 1 sobre Mateo 5:8 nos dice por qué debemos ser puros en nuestro corazón:

“Nuestro espíritu es el órgano con el cual recibimos a Cristo (Jn. 1:12, 3:6), mientras que nuestro corazón es el terreno donde Cristo crece como semilla de vida (13:19). Por causa del reino de los cielos necesitamos ser pobres en espíritu, ser vaciados en nuestro espíritu, a fin de recibir a Cristo. Además, debemos tener un corazón puro y sencillo, para que Cristo pueda crecer en nosotros sin impedimento”.

Cuando creímos en Jesucristo como nuestro Salvador, lo recibimos en nuestro espíritu humano y nacimos de nuevo con la vida divina de Dios. Pero Cristo no sólo quiere ser recibido por nosotros; también quiere crecer en nosotros, en nuestro corazón.

La Biblia nos dice que nuestro corazón está compuesto por nuestra mente, parte emotiva, voluntad y conciencia. A fin de que Cristo crezca libremente en nosotros, necesitamos ser de corazón puro, es decir, sencillos en nuestro propósito y nuestra meta. Esto es para el reino de los cielos y cumple la voluntad de Dios.

Cómo ser de corazón puro

Probablemente todos admitiríamos que nuestro corazón puede ser muy complicado. Quizás ni seamos capaces de saber cuándo no somos de corazón puro. Entonces, ¿qué debemos hacer?

En lugar de tratar de diagnosticar la condición de nuestro corazón, debemos acercarnos al Señor Jesús y abrirnos a Él. Necesitamos que el Señor resplandezca sobre nosotros y nos hable sobre cualquier cosa en nuestro corazón que compita con Él por nuestro afecto.

Juan 1:4 dice:

“En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.

La luz que puede mostrarnos dónde estamos proviene de la vida en nosotros, que es simplemente el Señor mismo. Por eso es tan importante pasar tiempo en la presencia del Señor en oración y en Su Palabra. Podemos pedirle al Señor que purifique nuestro corazón al orar algo como esto:

“Señor Jesús, gracias por entrar en mí como vida. Gracias, Señor, que Tú eres la luz en mí. Quiero ser de corazón puro. Muéstrame si tengo cualquier meta u objetivo que no seas Tú. Señor, quiero que mi corazón sea sencillo para Ti y Tu voluntad para que puedas crecer en mí”.

Cuando el Señor nos muestre algo que ocupa nuestro corazón, no deberíamos desanimarnos. Simplemente deberíamos responderle en oración y decirle que no queremos que esa cosa ocupe Su lugar en nuestro corazón.

A medida que respondamos a Su resplandor en comunión con Él, el Señor continuará hablándonos más. Responder al Señor es la forma en que cooperamos con Él y le damos la manera de hacer que nuestro corazón sea puro para Él. Entonces Él tendrá la oportunidad de crecer en nosotros.

Ellos verán a Dios

El Señor Jesús dijo que los de corazón puro son bienaventurados porque ellos verán a Dios.

En la Versión Recobro, la nota 2 sobre verán a Dios en Mateo 5:8 dice:

“Si somos puros de corazón al buscar a Dios, veremos a Dios. Ver a Dios es una recompensa para los de corazón puro. Esta bendición es tanto para hoy como para la era venidera”. 

La recompensa de ver a Dios es un incentivo tremendo para que cooperemos con el Señor a fin de que Él pueda tener el espacio y la libertad para crecer en nosotros.

¿Cómo podemos ver a Dios?

Pero ¿que significa ver a Dios para nosotros hoy? ¿Significa que tenemos algún tipo de visión exterior y sobrenatural de Él?

Hoy podemos ver a Dios de dos maneras. Una es verlo en la faz de Jesús interiormente y la otra es verlo en la Palabra de Dios. Veamos algunos versículos que nos muestran cómo podemos ver a Dios de estas dos maneras.

En la faz de Jesucristo

Primero leamos 2 Corintios 4:6:

“Porque el mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. 

El Dios eterno se hizo hombre, nuestro Señor Jesucristo, y vivió en esta tierra entre la humanidad. Nadie jamás vivió, actuó o habló como Él. Jesús expresó a Dios en todos los sentidos, en cada situación y con todo tipo de persona. La gente vio la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.

Pero puesto que Jesús ya no está físicamente en la tierra, ¿cómo podemos verlo hoy? El versículo 6 dice que Dios resplandece en nuestros corazones para iluminar el conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.

Así que, para los creyentes de hoy, ver a Dios no es algo externo, físico o sobrenatural. En cambio, es algo interno, en nuestros corazones, ya que ahora Jesús habita en nosotros. Cuando nada en nuestro corazón compite con el Señor por nuestro afecto, tenemos una sensación interior de ver y contemplar al Señor. Ver a Dios en la faz de Jesucristo es un gozo indescriptible.

En las palabras de la Biblia

Además de ver a Dios internamente en la faz de Jesús en nuestros corazones, también podemos verlo en las palabras de la Biblia.

En Juan 5:39, Jesús dijo:

“Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí”.

Cuando leemos la Biblia con un corazón puro mientras ejercitamos nuestro espíritu, nuestra parte más profunda, las Escrituras nos dan testimonio acerca de la persona maravillosa de Jesús. Mientras leemos y oramos con las palabras de la Biblia, la luz de Dios resplandece y vemos a Jesús en toda Su belleza y gloria. Entonces espontáneamente, nos llenamos de amor y alabanza por Él.

Que el Señor nos ayude a abrirnos a Él diariamente para que Él pueda hacernos puros de corazón. Somos verdaderamente bendecidos y felices cuando tenemos el deleite de ver a Dios, y Cristo se alegra cuando tiene el camino libre para crecer en nuestros corazones.

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Si desea aprender más sobre nuestro corazón y el papel crucial que desempeña en nuestra relación con el Señor, le recomendamos leer el capítulo 8, “Tratando con el corazón y con el espíritu”, de La economía de Dios. Este libro electrónico se puede descargar gratis en cualquier parte del mundo aquí.