Por qué necesitamos una vida escondida con el Señor Jesús

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mujer leyendo la Biblia sobre la mesa

Por lo general, cuando miramos las plantas, nos centramos en lo que se ve por encima del suelo. Admiramos una rosa hermosa en un rosal, la majestuosidad de un secuoya o la fecundidad de un manzano. 

Pero para que cualquier planta crezca e incluso prospere, necesita un sistema de raíces extenso y saludable bajo tierra. De la misma manera, desarrollar un sistema profundo de raíces espirituales en el Señor es crucial para nuestro crecimiento como cristianos.

En nuestra vida cristiana es fácil centrarse en las cosas visibles: nuestro comportamiento, las actividades de la iglesia y el servicio al Señor. Pero si bien es cierto que debemos servir al Señor, estas actividades visibles deben ser el resultado de nuestra vida escondida con Él.

Hemos sido arraigados en Cristo

En cuanto a los creyentes en Jesús, el apóstol Pablo escribió en Colosenses 2:7:

Arraigados y sobreedificados en Él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias”.

Pablo no dijo simplemente: “sobreedificados en Cristo”. Él fue muy particular al decir “arraigados” en Cristo primero. ¿Por qué?

Leamos la nota 1 sobre este versículo en el Nuevo Testamento Versión Recobro:

“Al igual que las plantas, nosotros somos organismos vivos. Como tales, hemos sido arraigados en Cristo, quien es nuestro suelo, nuestra tierra, para que absorbamos todas Sus riquezas como alimento. Estas riquezas llegan a ser el elemento y la sustancia con los cuales crecemos y somos edificados. Ser arraigados tiene como fin el crecimiento en vida. Si bien ser arraigados ya ha sido logrado, ser edificados, cuya finalidad es la edificación del Cuerpo de Cristo, es algo que continúa siendo realizado. Ambos asuntos se llevan a cabo en Cristo”. 

Cristo es el suelo rico en nutrientes en el que hemos sido arraigados. Ahora, para crecer en el Señor, necesitamos nutrir nuestro sistema de raíces escondido para que podamos absorber las riquezas de Cristo como nuestro alimento.

Los beneficios de tener una vida escondida con el Señor

Definitivamente necesitamos tener comunión con otros creyentes. Pero si somos nutridos sólo de lo que obtenemos de otros en la esfera pública, como en las reuniones de la iglesia, nuestro crecimiento será limitado. Tener una vida privada y escondida con el Señor hace que nuestras raíces en Él se desarrollen y le permite nutrirnos personalmente.

Un sistema de raíces saludable también nos ancla en el Señor. Los árboles que tienen raíces profundas no son tumbados cuando viene un viento fuerte. De la misma manera, si nuestras raíces en el Señor son profundas, podemos permanecer firmes a pesar de los vientos de nuestros problemas que soplan a nuestro alrededor. Entonces podemos valernos de Él como nuestro rico suministro en cada situación, sin importar cuán difícil sea.

Y al mantener nuestra comunión privada con el Señor, viviremos espontáneamente una vida que le agrada. Si dedicamos tiempo a absorber Sus riquezas, podremos ayudar a otros creyentes al compartir con ellos el Cristo que hemos disfrutado y experimentado personalmente.

En el capítulo 3 de Elementos básicos de la vida cristiana, tomo 2, Watchman Nee señala nuestra necesidad de tener una vida escondida y secreta con el Señor, citando Salmos 42:7: “Un abismo llama a otro abismo”. Luego habla del efecto que este tipo de vida tiene en los demás:

“A medida que ganamos profundidad y extendemos nuestras raíces, descubrimos que ‘un abismo llama a otro’. Cuando extraemos riquezas de lo más profundo de nuestro ser, vemos que otras vidas son profundamente afectadas. En el momento que toquemos nuestro ser interior, otros creyentes recibirán ayuda y serán iluminados. Se darán cuenta de que hay algo más profundo de lo que pueden entender. Cuando lo profundo que hay en nosotros de uno toca lo profundo de otra persona, ella responde. Si nuestra vida no tiene profundidad, nuestra obra será superficial y el efecto que tenga en los demás también será superficial. Repitamos esto de nuevo: sólo ‘un abismo llama a otro abismo’”.

El Señor Jesús es nuestro modelo

Cuando el Señor Jesús vivió en la tierra, tuvo una vida escondida con Dios. Los cuatro Evangelios nos hablan de las muchas cosas maravillosas que Jesús hizo en el nombre del Padre. Proclamó el evangelio, enseñó la verdad, sanó a los enfermos, limpió los leprosos, dio vista a los ciegos, alimentó a los hambrientos y mucho más.

Todas sus obras maravillosas ciertamente atraen nuestra atención. Pero los Evangelios también nos dicen que una y otra vez, Jesús se apartó de las multitudes y se fue a orar al Padre en privado. Lucas 5:16 incluso dice:

“Mas Él se apartaba a los desiertos, y oraba”.

Para asegurarse de que Él pudiera orar en privado, Jesús iba a algún lugar desierto. Marcos 1:35 dice:

“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”.

¿Por qué hizo esto Jesús? La nota 1 sobre este versículo en la Versión Recobro explica:

“Para tener comunión con Dios, buscando la voluntad y el beneplácito de Dios para Su servicio evangélico. El Salvador-Esclavo no desempeñó el servicio evangélico solo, independientemente de Dios y conforme a Su propia voluntad, sino conforme a la voluntad y al beneplácito de Dios, siendo uno con Dios para cumplir Su propósito”.

El Señor no asumió que sabía qué hacer. En oración privada, buscó deliberadamente la voluntad de Dios para ser uno con Dios en su servicio.

Puede que no vivamos cerca de un desierto, pero podemos seguir el ejemplo del Señor pasando tiempo personal y privado con Él alejados de los demás. Durante ese tiempo, Él puede suministrarnos, nutrirnos y darnos a conocer Su voluntad.

El Señor no asumió que sabía qué hacer. En oración privada, buscó deliberadamente la voluntad de Dios para ser uno con Dios en su servicio.

Puede que no vivamos cerca de un desierto, pero podemos seguir el ejemplo del Señor pasando tiempo personal y privado con Él alejados de los demás. Durante ese tiempo, Él puede suministrarnos, nutrirnos y darnos a conocer Su voluntad.

Tres maneras de desarrollar un sistema de raíces fuerte

Entonces, ¿cómo podemos desarrollar y nutrir un sistema saludable de raíces espirituales, es decir, una vida escondida, con el Señor? Podemos empezar con estas tres cosas:

1. Orar

En Mateo 6:6 el Señor Jesús dijo: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. Desarrollar una vida de oración secreta con nuestro Padre que está en secreto fortalece nuestras raíces espirituales. Durante estos momentos privados de oración, podemos derramar nuestros corazones a nuestro Padre. Podemos confesar nuestros pecados, invitarlo a entrar en nuestras situaciones, orar por las personas que conocemos y hablar con Él sobre cualquier cosa.

2. Leer la Biblia

En Mateo 4:4, Jesús dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Esto nos muestra que vivimos tomando la Palabra de Dios como nuestro pan de cada día. Disfrutar de la Palabra de Dios a diario nos fortalece para resistir las tentaciones del diablo y vivir de acuerdo con la vida de Dios para expresarlo a Él

3. Pasar tiempo con el Señor por la mañana

Antes de que estemos demasiado ocupados con nuestro día, podemos absorber al Señor como nuestro alimento orando con Su Palabra cada mañana. Combinar estos dos —orar y leer la Biblia— nos suple para enfrentar lo que el resto del día traiga.

Para leer más acerca de nuestra necesidad de tener una vida escondida en el Señor, recomendamos encarecidamente leer el capítulo 3, “Un abismo llama a otro abismo” en Elementos básicos de la vida cristiana, tomo 2. Puede descargar este libro electrónico gratis aquí desde cualquier parte del mundo.

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