Una historia de consagración: amar a Jesús con lo mejor de nosotros

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En entradas anteriores, hablamos sobre el significado de la consagración, la base y la motivación para consagrarnos a Dios y cómo consagrarnos al Señor.

En esta entrada, echaremos un vistazo a una historia conmovedora de consagración registrada en la Biblia acerca de alguien que amó al Señor Jesús y le entregó su todo. También leeremos algunas notas en el Nuevo Testamento Versión Recobro que nos ayudarán a ver cómo se relaciona esta historia con nosotros hoy en día.

Se derramó ungüento de gran precio sobre el Señor

Leamos el comienzo de esta historia en Mateo 26:6-7:

“Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se acercó a Él una mujer, con un frasco de alabastro de ungüento de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de Él, mientras estaba reclinado a la mesa”.

El ungüento que la mujer derramó sobre la cabeza del Señor era algo precioso y costoso. Hechos de aceite compuesto con resinas y especias aromáticas, tales ungüentos se utilizaban en cosméticos, como medicina y para ungir el cuerpo de un difunto para su entierro. Debido a que el ungüento era tan costoso, se almacenaba con mucho cuidado en un frasco especial hecho de alabastro.

Ese ungüento debió haber sido lo más valioso que la mujer poseía, y ella lo había estado guardando en reserva. Sin embargo, ella vino y derramó su posesión preciada sobre la cabeza del Señor generosamente, sin escatimar y sin reservas.

El Señor no le había pedido a la mujer que derramara el ungüento sobre Él. Entonces, ¿por qué lo hizo?

Ella recibió una revelación

Antes de esto, el Señor Jesús había hablado de Su muerte y resurrección inminentes en cuatro ocasiones diferentes en el libro de Mateo. Les dijo a los que estaban con Él que sufriría muchas cosas por parte de los principales sacerdotes, ancianos y escribas; que sería condenado a muerte por ellos y entregado a los gentiles; y que los gentiles se burlarían de Él, lo azotarían y finalmente lo crucificarían. Y también les dijo que después de estas cosas, Él resucitaría en el tercer día.

Después de escuchar al Señor hablar estas cosas, la mujer vino y ungió a Jesús. La nota 1 en el Nuevo Testamento Versión Recobro en Mateo 26:12 explica qué motivó a la mujer (identificada como María en Juan 12) a derramar su ungüento sobre el Señor:

“María recibió la revelación de la muerte del Señor con lo que Él dijo en [Mateo] 16:21; 17:22-23; 20:18-19 y 26:2. Así que, aprovechó esta oportunidad para derramar sobre el Señor lo mejor que tenía. Amar al Señor con lo mejor de nosotros requiere que tengamos una revelación con respecto a Él”.

Por lo que Él habló, María se dio cuenta de que el Señor Jesús, Aquel que amaba a los pecadores, iba a morir por ellos. No sólo eso, Su muerte sería a través del sufrimiento atroz de la crucifixión. En respuesta, ella lo amó y expresó su amor con lo mejor de ella.

Para ella, nada era más precioso que el Señor mismo, así que derramó sobre Él su posesión más preciada. Al hacer esto, testificó que Jesús era digno de su amor y de todo lo que ella tenía.

Ella expresó su amor de manera oportuna

La cuarta y última vez que Jesús habló de Su muerte a Sus discípulos fue justo antes de que María lo ungiera. En Mateo 26:2, Él les dijo a Sus seguidores exactamente cuándo tendría lugar Su crucifixión:

“Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado”.

Al escuchar estas palabras, María entendió que la muerte del Señor era pronto, a pocos días.

Pero dado que el ungüento se usaba típicamente para ungir a los muertos para su entierro, ¿por qué no guardó su ungüento para después de que Él muriera? ¿Por qué ungió al Señor antes que Él muriera? Ella eligió ungir al Señor Jesús antes de que se lo llevaran y lo crucificaran para mostrar su amor por Él mientras aún había tiempo.

Por el contrario, Marcos 16 nos dice que después de que Jesús fue crucificado, algunas mujeres vinieron a Su tumba para ungir Su cuerpo. Pero llegaron demasiado tarde; Jesús ya había resucitado.

Así que María no sólo amó al Señor con lo mejor que tenía, sino que también mostró su amor de manera oportuna. Dio lo mejor de ella para ungir al Señor en amor cuando tuvo la oportunidad.

La reacción de los discípulos

Mateo 26:8 y 9 nos dicen cómo reaccionaron los discípulos a lo que María hizo:

“Al ver esto, los discípulos se indignaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres”.

Los discípulos pensaron que el hecho que María derramó el ungüento fue un desperdicio extravagante. Ellos habían estado con el Señor y también lo habían escuchado hablar de Su inminente arresto, sufrimiento, crucifixión y resurrección. Pero ellos aún no habían visto la preciosidad del Señor y Su muerte como lo había hecho María.

Una nota maravillosa sobre la palabra desperdicio en el versículo 8 en la Versión Recobro dice:

“Los discípulos consideraban que la ofrenda de amor que María hizo al Señor era un desperdicio. Durante los veinte siglos pasados, miles de vidas preciosas, tesoros del corazón, puestos altos y futuros brillantes han sido ‘desperdiciados’ en el Señor Jesús. Aquellos que lo aman así, lo encuentran digno de ser amado de esta manera y digno de su ofrenda. Lo que han derramado sobre Él no es un desperdicio, sino un testimonio fragante de Su dulzura”.

El acto de María de derramar su ungüento precioso sobre el Señor no fue un desperdicio. Fue un testimonio fragante de la dulzura del Señor.

Durante los últimos siglos, innumerables creyentes en Jesús han entregado sus vidas como mártires. Otros han dejado sus hogares y todo lo que conocían, viajando a países extranjeros para decirle a la gente acerca de Jesús y Su salvación. ¿Por qué? ¿Qué les causó hacerlo? Fueron motivados por el inmenso amor del Señor, visto en Su muerte en la cruz por ellos, y lo amaron en reciprocidad con todo lo que tenían.

Hoy en día, nuestros familiares, amigos, colegas de trabajo y compañeros de escuela que aún no son salvos quizás piensen que amar a Jesús con todo lo que tenemos es una pérdida de tiempo, talentos y energía.

Pero sólo podemos responder diciendo que el Señor Jesús, la Persona más preciosa y amorosa del universo, dio Su vida en la cruz por nosotros. ¡Qué amor nos mostró! Sólo Jesús es digno de todo nuestro amor, todo lo que tenemos y todo lo que somos. Y ahora es el mejor momento para derramar sin reservas en consagración nuestros corazones, nuestras vidas, nuestros futuros —nuestro todo— sobre Él.

La valuación del Señor sobre lo que ella hizo

Hemos visto la reacción de los discípulos a lo que hizo la mujer. Pero ¿también pensó el Señor que era un desperdicio? En la última parte de la historia, Mateo 26:10-13 nos dice cómo el Señor valoró lo que ella hizo:

“Y conociéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a Mí no siempre me tendréis. Porque al derramar este ungüento sobre Mi cuerpo, lo ha hecho para Mi sepultura. De cierto os digo: Dondequiera que se proclame este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”.

El Señor Jesús no elogió a los discípulos por sugerir que el ungüento pudo haberse vendido para dar a los pobres. En cambio, Él valoró el hecho de que la mujer derramó su precioso ungüento sobre Él como una buena obra. Y Él reconoció que ella hizo esto anticipando Su sepultura.

Además, el Señor dijo que dondequiera que se predicara el evangelio, lo que esta mujer hizo se contaría para memoria de ella. La nota 2 del versículo 13 explica lo que eso significa:

“La historia del evangelio es que el Señor nos amó, y la historia de María es que ella amó al Señor. Debemos predicar estas dos cosas: que el Señor nos ama y que nosotros amamos al Señor. La primera tiene como fin nuestra salvación, y la otra, nuestra consagración”.

Cuando vemos el gran amor del Señor manifestado en la cruz, ¿cómo podemos evitar amarlo completamente y darle lo mejor de nosotros? Y cuanto más lo vemos, más lo amamos y queremos rendirnos a Él al consagrarnos.

Que todos testifiquemos de la dulzura y la preciosidad del Señor consagrándonos a Él en amor mientras todavía tenemos tiempo.

Si vive en los Estados Unidos, le animamos a que pida una copia gratuita del Nuevo Testamento Versión Recobro y que dedique algún tiempo a leer esta historia en Mateo 26 con todos los comentarios.

También recomendamos este himno sobre la consagración; puede leer la letra y escuchar la melodía aquí.